Castilla y León celebra cada 23 del mes de abril la fiesta oficial de la comunidad, en la que se realizan multitud de actos en todas las capitales de provincias. Como siempre, el centro neurálgico para conmemorar este día es la localidad de Villalar de los Comuneros. En esta modesta villa es en la que se libró la decisiva batalla de la Guerra de las Comunidades de Castilla y que fue clave para poner fin al conflicto. La fecha de aquel enfrentamiento fue el 23 de abril de 1521, y ahora 498 años después se mantiene la tradición.
Zamora también se une al recuerdo de esta histórica fecha, que no ha perdido su esencia a lo largo de los años. Es lo que tiene un territorio tan rico como el castellano-leonés, que las sociedades se transmiten el sentido de su cultura de unas a otras y de esa forma las actividades nunca se pierden. En otras épocas, los juegos eran una forma excepcional de complementar una gran celebración como puede ser la del día festivo de una comunidad. Lo era antes y lo siguen siendo ahora, y aprovechando que va llegando el buen tiempo qué mejor que repasar esos juegos tradicionales zamoranos.
La cultura y el juego van estrechamente ligados, y en manifestaciones lúdicas y deportivas de carácter tradicional Zamora va sobrada. Es por eso que los juegos son algo que ha arraigado muy bien, incluso en las últimas generaciones. Algunos con más movimiento y propios de la tierra como los juegos de bolos y otros que son muy populares a nivel estatal y que requieren de menos esfuerzo físico como el bingo. Para los primeros será necesario indagar un poco más sobre su origen, mientras que del segundo será preciso desplazarse hasta la sala especializada en bingo que hay en Zamora.
Como el bingo es más conocido, mejor descubrir los entresijos del resto de juegos, algunos únicos de la localidad castellana. Los juegos de bolos se empezaron a practicar en la provincia en torno al siglo XVI y se les dio ese nombre por el elemento con el que se derribaban los obstáculos previamente colocados. Hay varios tipos de bolos según su objetivo y el elemento que se lance. Por un lado están los bolos de media bola, en el que el instrumento lanzado no es necesariamente esférico. Por otro está el pasabolos que consiste en lanzarlos tan lejos como se pueda, no en derribar el máximo número posible como en el bowling tradicional.
También de puntería requiere un juego como la calva. Su origen se remonta a los pastores, quienes para distraerse entre horas colocaban el asta de un macho en el suelo y trataban de golpearla el mayor número de veces posible con una piedra. Poco a poco el juego llegó a evolucionar a deporte, celebrándose competiciones en ciertas regiones. El blanco ha pasado a ser un trozo de madera y el elemento lanzado un marro, que es una especie de cilindro metálico. Sin embargo, en Zamora se conserva la versión más primitiva del juego.
Más elaboración tiene la tanga, aunque sea de la misma familia que la calva. En este juego se utiliza un disco metálico para lanzar llamado tostón, una pieza de madera a la que hay que golpear llamada tanga y unas monedas que se sitúan encima de la tanga. El objetivo es tocar la tanga con el tostón, que las monedas se desplacen y que queden más cerca del propio tostón que de la tanga. Para medir la distancia se puede llegar a utilizar una cinta métrica por la que se comprueban los resultados. Los jugadores harán sus apuestas correspondientes al principio y luego efectuarán los lanzamientos.
Como observamos la precisión es un factor clave en todas estas prácticas, al igual que en la rana. Este juego consiste en introducir fichas o discos de hierro en diferentes agujeros que se encuentran en una especie de mesa de juego de madera. Hay huecos que no tienen mayor dificultad mas allá de la puntería de introducir las fichas, pero hay otros que incluyen obstáculos añadidos. La rana es la más compleja, ya que hay que introducir el disco en la boca de la figura de este animal. Tampoco lo ponen fácil el molino y el puente, por los que solo se cuela la ficha por determinadas rendijas.
Y probablemente el más autóctono de Zamora de todos es el billar romano. Un juego que consiste en dejar las bolas de tu equipo lo más cerca posible del bili, que es una bola más pequeña. Similar a la petanca, se juega en un recinto cerrado y un terreno octogonal y que esté bajo el nivel del suelo. Es curioso porque se cree que deriva de la antigua Roma, aunque en realidad su denominación podría haber surgido de la promoción de un primer torneo que se celebró y en el que se emplearon personajes romanos. Existen lugares míticos en la ciudad zamorana para disfrutar del billar romano y que no pasan desapercibidos para los turistas.
Como complemento tenemos juegos que se practican de forma ocasional, pero que son clásicos de otras zonas de la comunidad como la llave, la lucha leonesa o la corta de troncos. Muy populares todos ellos con sus propios reglamentos y considerados como deporte en algunas regiones. También muy típico era el lanzamiento de barra castellana, pero que ya ha quedado en desuso.
La comarca de Zamora luchará porque todos estos juegos no corran con esa misma suerte de aquí a unos años. El inculcar la cultura más tradicional es muy importante y más cuando es tan amplia como la de las provincias castellano-manchegas.