La inseguridad instalada en el ambiente ha hecho que cada vez sean más los zamoranos que instalen seguridad en sus hogares.
Dejar la puerta de la calle abierta mientras vamos a la tienda de al lado se ha convertido en un privilegio. Un sentimiento de inseguridad ha recorrido ciudades grandes y pequeñas de nuestra geografía y, aunque sea políticamente incorrecto, conocemos cada vez menos a nuestros vecinos.
Uno de los gerentes de una empresa de seguridad, ha asegurado que el número de instalaciones aumenta en su empresa un 40% durante el periodo estival, del mismo modo que también crece el número de avisos un 10%. Pequeños núcleos de población situados en lugares no tan céntricos lucen en sus fachadas la famosa pegatina que despeja la incógnita: esta casa tiene alarma (aunque no siempre es verdad). Sin embargo, este miedo a los robos ha sido apaciguado gracias a la proliferación de sirenas que provocan un ruido ensordecer cuando se disparan.
La ciudadanía comenzó a concienciarse de que en determinadas ocasiones conviene prevenir antes que curar, y ante los ataques a comerciantes y banqueros que se sucedieron en los años 30, la tecnología unida a los avances en telecomunicaciones ha creado sistemas de vigilancia muy sofisticados y eficaces.