Corría el año 1949 y una vespa recorría los pueblos de la provincia repartiendo pintura. La "buena pinta" del conductor, ataviado con gabardina y camisa, no dejaba traslucir lo que se escondía debajo de aquella vestimenta: un cuerpo forrado de papel de periódicos para soportar los rigores de aquellos inviernos zamoranos de la postguerra.
Aquel hombre hecho a sí mismo se convertiría poco tiempo después en el dueño de uno de los negocios más emblemáticos de la capital zamorana, Drogas Vaquero, que echó el cierre definitivo el pasado 1 de agosto tras 71 años "sirviendo" a los zamoranos toda clase de productos químicos, fitosanitarios, de limpieza y de perfumería.
Isidro Vaquero comenzó su andadura como empresario en febrero de 1949 en una pequeña tienda en la Calle El Riego en donde hacía pintura a mano. "Mi madre le llevaba la comida y hasta se la metía en la boca para que él no dejara de mezclar la pintura", rememora su hija Begoña Vaquero. En realidad, el gusanillo de emprender le entró a su padre trabajando como aprendiz en la farmacia-droguería del "señor Pinilla". Cuando vio la oportunidad del traspaso de una pequeña droguería en la Calle el Riego, Isidro Vaquero no se lo pensó y se quedó con aquel negocio. Fue entonces cuando compró la vespa para vender sus productos por los pueblos de la provincia.
Luego vendría la adquisición de un carromato, la apertura de un almacén en la Plaza San Gil, la construcción de una nave en la carretera Salamanca, allá por el año 1976. Pero antes de convertirse en una figura emblemática de la ciudad, Vaquero vivió las penurias de aquellos años posteriores a la Guerra Civil. Su padre le obligó a abandonar la escuela con apenas 10 años para que se pusiera a trabajar. "El maestro le dijo a mi abuelo que lo dejara estudiar, que era listo, que iba para obispo", recuerda con nostalgia Begoña Vaquero. Pero había bocas que alimentar en casa y aquel niño tuvo que ponerse a cuidar vacas en El Perdigón. "Contaba que con 11 años su padre le colocó como revecero (mozo que cuida del ganado de revezo)", evoca su hija.
Fueron años muy duros pero aquel adolescente, trabajador y soñador, logró con su tesón inaugurar otras dos tiendas antes de su muerte en 1998, la de Santa Clara y la de la calle Santiago, además de una nave en la carretera de Moraleja, en el año 1991. Tras su éxito fue durante 25 años presidente de Daper, una de las primeras cadenas españolas en distribución de productos de Droguería y Perfumería.
Y a pesar del duro trabajo, no se olvidó de ser solidario y fundó junto a Patricio Santana y Sotillo lo que hoy es Asprosub. "Mi hermana sufrió una lesión cerebral de bebé debido a una meningitis y a mis padres le preocupaba su futuro cuando ellos desaparecieran", explica la mayor de los hermanos Vaquero. Ese fue el germen de la asociación creada para la protección, educación e inserción laboral de personas con discapacidad intelectual.
Fallecido el patriarca, Drogas Vaquero, con los hijos al frente, abriría establecimientos en Víctor Gallego, Candelaria Ruiz del Árbol y Pinilla. Todo un imperio que comenzó a decaer hace cinco años debido a la competencia de las grandes cadenas del sector que recalaron en Zamora y a Internet. "Es imposible competir", reconoce Begoña Vaquero, heredera de un negocio que ha acabado de rematar la pandemia causada por la COVID-19. "Esperábamos el verano con ilusión porque es la época del año que más vendíamos, pero el coronavirus nos ha hundido totalmente", lamenta. La campaña de la Navidad de 2019 ya fue floja.
"La guerra entre las grandes cadenas de droguería y perfumería tiene como daños colaterales la desaparición de pequeñas empresas que luchamos en su sector, es imposible competir con ellos, juegan en otra liga", explica la hija del empresario, que se vio obligada a cerrar el negocio de distribución de la empresa en diciembre de 2018 con el despido de 20 trabajadores, todos ellos trabajadores con mucha antigüedad, tanta que algunos se jubilaron.
"Los pueblos se van vaciando y ya no había tiendas a las que distribuir productos", deplora. El 1 de agosto de 2020, en plena pandemia, Drogas Vaquero clausuraba su última tienda, la de Santa Clara, apenas 6 meses después de inaugurar otro local en el barrio de San José Obrero. El cartel de "Cerrado" y una breve nota en la que se recuerda la figura de Isidro Vaquero, acompañada de un agradecimiento a los zamoranos, es lo único que queda de aquel "emporio" que nació en el Siglo XX.
"El pequeño comercio de Zamora lo tiene muy difícil, sin ayudas por parte del Gobierno y con los cambios en las tendencias de mercado que se ha dado de unos años aquí", augura Begoña Vaquero, quien teme, además, que la provincia, si no se produce algún tipo de industrialización, quede como una ciudad de servicios, un territorio de paseo y visitas para el disfrute de turistas y jubilados.