La Torre del Reloj de Toro, uno de los símbolos más reconocidos de la ciudad, está rodeada de una curiosa leyenda que se ha transmitido a lo largo de los años. Según esta tradición, en lugar de agua, se utilizó vino para preparar la argamasa con la que se construyó la torre. La explicación de este inusual detalle radica en la abundancia de vino en la región durante el siglo XVIII, cuando se levantó la estructura. Dado que era más fácil y económico conseguir vino que agua, se decidió usarlo para la construcción.
La Torre del Reloj, también conocida como Arco del Reloj, comenzó a edificarse en 1719 durante el reinado de Felipe V y se completó en 1738. Diseñada por el arquitecto Joaquín Churriguera, la torre se sitúa sobre la antigua Puerta del Mercado, una de las entradas originales a la ciudad. Con sus cuatro cuerpos, destaca por su altura, que la convierte en uno de los edificios más visibles de Toro.
En su segundo nivel se encuentra el reloj mecánico que le da su nombre, mientras que en su interior hay una capilla dedicada originalmente a la Virgen de las Nieves, que posteriormente fue sustituida por una escultura del Sagrado Corazón de Jesús. La leyenda del vino refleja, además, la importancia histórica del vino en la economía de Toro, que sigue siendo uno de sus principales productos.