En decenas de localidades de la provincia, hoy el "mayo" luce en plazas y eras, recordando una tradición que se mantiene viva a lo largo del tiempo. En Castilla y León, los cantos dedicados especialmente a esta celebración, inicialmente dirigidos a la Virgen María, posteriormente se convirtieron en serenatas para las jóvenes solteras, así como para las autoridades y los recién llegados al lugar. Estas serenatas solían ser acompañadas por una pequeña orquesta, que añadía un toque festivo a la velada.
Las canciones populares, a menudo interpretadas en grupo, eran una parte esencial de estas rondas, que también servían como una forma de cortejo hacia las mujeres del pueblo. En algunos lugares, estas canciones eran acompañadas por bailes tradicionales o versos que reflejaban la actualidad y la vida local.
La joven que era objeto de la serenata, conocida como "maya", quedaba entonces obligada a invitar al joven que la rondaba a una merienda. Por su parte, a los miembros de la orquesta se les obsequiaba con una garnacha, una bebida refrescante que se enfriaba en el aljibe del pueblo.
Además de las serenatas, en algunos lugares de Castilla se celebran otras tradiciones asociadas al "mayo", como las cucañas y las cruces adornadas de flores. Estos elementos, que pueden ser palos altos o árboles trasplantados, se erigen como símbolos de la festividad. Las cucañas, tradicionalmente hechas de chopo y sin corteza, solían tener un "trofeo" en su cima, desafiando a los jóvenes a trepar hasta él en un juego de habilidad y diversión.
La colocación del "mayo", conocida como "la puesta del mayo", "colgar los mayos", "plantar el mayo" o "pingar el mayo", es una tarea que recae principalmente en los jóvenes del pueblo, quienes se encargan de mantener viva esta hermosa tradición año tras año.