La artista sorprendió al público zamorano en el jardín del Convento de San Francisco, sede de la Fundación Rei Afonso Henriques, con una propuesta que rompió esquemas. Su formación instrumental —compuesta por guitarra portuguesa, viola, bajo acústico, batería y percusión— ofreció una experiencia sonora rica y envolvente, que ahonda en el camino de la modernización del fado sin renunciar a su profundidad emocional.
Con este concierto, Villar no solo homenajeó al gran Carlos Paredes —maestro indiscutible de la guitarra portuguesa—, sino que dio un paso más allá, llevando sus composiciones a territorios acústicos y atmosféricos que dialogan con la raíz más pura del fado, pero también con el presente y el futuro del género. El uso de batería y percusión marcó un antes y un después en esta edición, reivindicando que el fado puede ser también ritmo, dinamismo y energía, sin dejar de ser alma y nostalgia.
Además, su presencia en el escenario supuso una reivindicación de la voz femenina en un género tradicionalmente dominado por voces masculinas, especialmente en la escuela de Coimbra. Villar representa así una nueva generación de fadistas que abre caminos y conquista escenarios desde la autenticidad, el talento y una sensibilidad profundamente contemporánea.
El público, que llenó de nuevo las instalaciones del convento, despidió esta edición con una gran ovación y con la sensación de haber asistido a un festival que sigue creciendo, renovándose y conectando con el alma zamorana. A lo largo de sus tres jornadas, el Festival ha demostrado que el fado no es solo música, es emoción, es cultura compartida y es, también, puente entre pueblos hermanos como Portugal y España.
Con la actuación de Beatriz Villar se cierra una edición que ha sido un homenaje al legado, pero también un guiño al porvenir. El fado vuelve a Zamora cada verano para quedarse en el corazón de quienes lo escuchan. Y en esta ocasión, con una voz nueva, femenina y poderosa, que nos ha hecho soñar a ritmo de saudade... y de percusión.