La jornada comenzó con la Eucaristía y continuó con la procesión de las roscas, que, como manda la tradición, fueron después subastadas en puerta de la Iglesia. La recaudación, como cada año, irá destinada a sufragar los gastos de la Iglesia local, en un gesto de colaboración vecinal que se mantiene vivo generación tras generación.
Roscas, bollos, tartas y chuches para todos
La subasta volvió a ser el momento más esperado, con el habitual ambiente festivo y los inevitables “piques” entre pujadores, que convierten el acto en un espectáculo tan animado como entrañable. Antiguamente, las roscas eran adquiridas por los padrinos de los niños nacidos durante el último año, aunque hoy la tradición se ha ampliado a padres, abuelos y familiares, ya que en el pueblo apenas nacen niños.
Tras la subasta, los vecinos y descendientes de Sobradillo de Palomares compartieron mesa en las antiguas escuelas, donde no faltaron roscas, bollos, tartas y hasta chucherías para los más pequeños, en una comida de hermandad que refuerza el carácter comunitario de la fiesta.

Una tradición que perdura en Sayago
Aunque la asistencia no fue multitudinaria, sí reinó el buen ambiente y la alegría de volver a encontrarse. El Ofertorio se celebra cada año una vez pasadas las fiestas de agosto, y sigue siendo un punto de unión para vecinos y descendientes de Sobradillo, así como un ejemplo de la riqueza cultural y etnográfica de Sayago.
En un tiempo de despoblación, la fiesta del Ofertorio se mantiene como símbolo de identidad y pertenencia, recordando que en los pequeños pueblos de Zamora la tradición y la convivencia siguen siendo el motor de la vida comunitaria.
