jueves. 25.04.2024

Escúchame, Manolo

La Bella Varsovia.

El Manifiesto de Goteborg , firmado por los escritores Agustín Fernández Mallo y Manuel Vilas hace unos años, decía en su punto uno: somos la primera generación de escritores que no estamos locos. Sin embargo, cualquiera que siga las evoluciones de Vilas puede pensar que, o bien disfruta de una lucidez extrema o, quizá, esté para que lo encierren en el centro psiquiátrico más cercano.

Manuel Vilas ha construido su discurso inmiscuyéndose en las vidas y conversaciones ajenas y, como un espiritista, ha recreado diálogos imposibles con personajes ya fallecidos como Johny Cash, Elvis Presley o Luis Cernuda; ha jugado con las palabras para confundir a sus lectores disfrazado de contertulio con famosos a punto de morir como Bob Dylan o Juan Carlos I, con quienes discute mientras imitan al señor Lobo de Pulp Fiction cruzándose halagos desmesurados.

Pero, el personaje más importante de cuantos se adueñó Vilas en este viaje digital es, sin lugar a dudas, Dios. El escritor aragonés, en una especie de remake de Santa Teresa de Ávila del siglo XXI, genera un intenso debate con la figura del altísimo, una suerte de superhéroe que todo lo ve y todo lo puede, convirtiendo a Vilas en su discípulo aventajado, en un advenedizo de la buena nueva que ni San Marcos o San Mateo soñaron jamás.

Cualquiera que haya seguido la hoja de servicios de Vilas en Facebook durante los últimos años, habrá comprobado que su originalidad y espontaneidad han servido para la constitución de un nuevo y residual género literario, único en las letras hispanas y desconocido, por ahora, para los lectores del resto del mundo: el vilismo.

Llama la atención que un escritor derrame públicamente sus palabras, allí donde cualquiera puede leerlas y hacerse con ellas. Se trata de una superación del arte moderno, una nueva fórmula por la que el mundo editorial puede venirse abajo. Se acabaron los plazos de los editores, las esperas, las correcciones y los adelantos económicos. Con el vilismo cuenta el Ahora, pero sobre todo el Siempre, el legendario eco de los personajes necesarios.

Viene en el libro y si está escrito es que es verdad, decían Los Enemigos, quizá por eso la fugacidad de las redes sociales necesite su traducción al papel, porque de lo contrario, esa creatividad desbordante, esa locura tenaz e impertinente de Vilas, estaría condenada al olvido, a las bases de datos propiedad de Mark Zuckerberg para gloria y escarnio de la NSA.

La Bella Varsovia, una minúscula editorial cordobesa, ha sido la encargada de registrar el vilismo como concepto artístico en un fabuloso volumen titulado Listen to me, Vilas, cuya portada pasará a la historia por su homenaje descarado a las carátulas de los discos de pop-rock, huyendo del diseño literario convencional. Alejandra y Elena, sus editoras, podrán sacar pecho con esta hazaña, reírse con el velado sarcasmo de su fichaje estrella, con sus arengas revolucionarias, pero no serán capaces de discernir, ni en un millón de años, si se trata de locura o, simplemente, de una lucidez extraordinaria. Divina, si me lo permiten.


David Refoyo
perdicioncity.blogspot.com
@drefoyo

Escúchame, Manolo
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