jueves. 28.03.2024

Escenarios de Pasión: Incienso y tinieblas

En la noche del Viernes de Dolores se hace el silencio en toda la ciudad medieval, en esas murallas que reciben por la cuesta del Mercadillo a un crucificado gótico que hace 40 años llenó de vida uno de los barrios periféricos de Zamora.

Silencio. Puro silencio en las calles zamoranas. Silencio que empieza en el barrio del Espíritu Santo, en las calles de esos barrios zamoranos que aún conservan la esencia de los pueblos, esas casas bajas que humanizan a sus habitantes.

Silencio que rompe la campana del viático, esa campana que auncia a la ciudad la muerte, pero también el recuerdo por todos los hermanos que cargaron con el peso de esa cruz, nuestra cruz, durante muchos años. Y las tinieblas, sonido inconfundible que rasga el cielo como pidiendo a gritos entrar en la ciudad amurallada.

Es ese el momento, la cuesta del Mercadillo, el parque de San Martín, Cristo acaricia las ramas de los árboles iluminado por las siete velas que marcan el caminar a la luz, a la Catedral, a la ciudad del alma que ofrece su silencio para limpar los pecados cometidos.

Los tambores destemplados golpean con furia cada paso de los hermanos, cada centímetro que separa a Cristo de la Seo, y una tiniebla estremece a los presentes que todavía sienten la pureza del olor a incienso, que ya imaginan las voces del coro al fondo.

Zamora se ha hecho silencio por primera vez, ha encogido el alma de los foráneos con esa sucesión de sonidos, de timbres, de colores de un Cristo del Espíritu Santo que ya camina de nuevo a su barrio, a su gente.

Escenarios de Pasión: Incienso y tinieblas
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