Con el desmontaje de toda la ornamentación característica de estas celebraciones religiosas, la ciudad va dejando atrás los días de fervor y recogimiento.
A pesar de las condiciones climáticas adversas, que obligaron a algunas procesiones a ser modificadas o incluso suspendidas, la Semana Santa zamorana atrajo a numerosos visitantes que se sumaron a la tradición y devoción de esta festividad tan arraigada en la ciudad.
Conforme los adornos que embellecían las calles van desapareciendo y la gente comienza a regresar a sus hogares, Zamora recupera poco a poco su aspecto habitual. Sin embargo, los momentos de recogimiento, las procesiones bajo la lluvia y los encuentros de fe dejarán una huella imborrable en la memoria de quienes participaron en esta Semana Santa.
Ahora, mientras la ciudad vuelve a su normalidad, queda el recuerdo de una celebración marcada por la lluvia pero en la que la devoción y la tradición prevalecieron, demostrando una vez más el arraigo y la importancia de estas festividades para la comunidad zamorana.