EDITORIAL: La “transparencia” del Obispado de Zamora: fondos de inversión, ladrillo bendecido y silencio pastoral

La Diócesis de Zamora ha decidido, por fin, abrir ventanas y ventanales para mostrar su situación económica. Transparencia, la llaman. Pero basta leer su propia documentación para descubrir que más que olor a incienso lo que despide es el perfume —finísimo, eso sí— de la alta gestión financiera.
Entre la mitra y los fondos de inversión
photo_camera Entre la mitra y los fondos de inversión

Una Iglesia humilde, pobre y sencilla… con 13,7 millones en fondos de inversión, 44 millones de patrimonio, y casi 800.000 euros de rentabilidad bursátil en 2024. En Zamora, aquello de “vendedlo todo y dádlo a los pobres” parece haberse reinterpretado: “invertidlo todo y esperad a que suba”.

Y sube. Vaya si sube.

Dios proveerá… y la bolsa también

En su memoria económica, el Obispado presume de cartera diversificada: Santander, BBVA, Sabadell, CaixaBank, Bankinter, Caja Rural, Renta 4… La fe mueve montañas, pero la renta fija y los mercados regulados mueven aún más.

Mientras tanto, las parroquias siguen mirando al cielo —más por goteras que por devoción— esperando que alguna obra llegue antes de la próxima Semana Santa.

Caridad: 160.930 euros. Reformas del Palacio Episcopal: 408.000

Sí, ha leído bien.
Por cada euro destinado a pastoral y ayuda, más de dos van a ladrillo, y no cualquier ladrillo: el Palacio Episcopal, esa humilde morada donde la austeridad tiene molduras y la pobreza evangélica se climatiza.

Una obra que ya supera los 420.000 euros, y contando. Será que para atender al rebaño hay que hacerlo desde lo alto… y en mármol.

IRPF, subvenciones y el milagro recurrente de lo público

La Diócesis recibe 2,84 millones del Fondo Interdiocesano (la casilla de la X en el IRPF) y 569.589 euros en subvenciones públicas.
Ni la Junta, ni el Gobierno, ni la Diputación se olvidan de la Iglesia. La fe podrá sostener almas, pero el presupuesto público sostiene ladrillos, nóminas y restauraciones.

Eso sí, a la hora de detallar el destino exacto de cada euro… ahí ya la transparencia se vuelve contemplativa.

Y sobre ética… oración y silencio

Y aquí llega la parte menos contable y más sangrante: Ni una línea, ni una nota, ni un pensamiento público sobre el ecónomo diocesano con orden de alejamiento por violencia de género y dos noches en calabozo. Una diócesis que presume de transparencia pero calla ante un caso así, no rinde cuentas: enciende incienso para cubrir el olor.

Cristo expulsó a los mercaderes del templo. Aquí, más bien parecen haberles dado despacho, bonus y acceso a Bloomberg. Pena de las Bienaventuranzas que Fernando Valera publicó hace no demasiado tiempo y que recuerda los deberes como cristiano. 

Más ruido mediático han generado, sin embargo, los silencios que los balances. Entre ellos, la situación del ecónomo diocesano, sobre quien existen procedimientos judiciales pasados relacionados con el ámbito personal y familiar tras una separación y el trámite de divorcio..

La Diócesis, por el momento, no ha ofrecido una declaración institucional ni postura oficial al respecto, ni ha abordado públicamente los criterios éticos de gestión interna.

Silencio sepulcral.
Y no precisamente de los que viven en la fe de tu amistad.

Una Iglesia rica que habla de pobreza

Predican austeridad, proclaman servicio y humildad, elevan la caridad como bandera. Pero su propia contabilidad dicta otra homilía:
Especulación financiera, acumulación patrimonial y gestión empresarial con sotana. Los CEOS de la Iglesia actúan y de que manera

El Obispo pide confianza.
Pero la confianza, como la fe, no se impone: se gana.
Y cuando se proclama transparencia pero se practica silencio selectivo, el evangelio económico chirría más que una puerta de sacristía sin aceite.

El obispo de Zamora, Fernando Valera, el ecónomo diocesano, José Manuel Chillón y el vicario general, César Salvador Gallego, durante la presentación de la campaña “X tantos”
El obispo de Zamora, Fernando Valera, el ecónomo diocesano, José Manuel Chillón y el vicario general, César Salvador Gallego, durante la presentación de la campaña “X tantos”

En la conclusión podemos decir que: 

La Diócesis ha mostrado sus cuentas. Bien.
Zamora ya puede ver lo que hay:
No es pecado ser una entidad con músculo financiero, pero sí lo es predicar pobreza mientras se administra como un fondo soberano, y más aún callar donde hay una obligación moral clamorosa.

Si la Iglesia quiere credibilidad, primero deberá decidir qué quiere ser:
una institución espiritual o una gestora de activos inmobiliarios y financieros con coro gregoriano de fondo.

Porque en Zamora, al menos, está quedando claro:
La fe mueve montañas, pero lo que parece mover el Obispado es capital y silencio.

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