La Nochebuena de antaño en Zamora se vivía de una manera muy diferente a la de hoy. Lejos de las celebraciones nocturnas y de las fiestas que ahora se organizan hasta altas horas de la madrugada, la velada del 24 de diciembre era un momento de recogimiento y convivencia familiar en el hogar. Los comercios, siguiendo una tradición más austera, cerraban al mediodía, y las calles se vaciaban en cuanto caía la tarde.
La televisión, entonces un elemento de reunión familiar, ofrecía una programación especial en La 1 y La 2, convirtiéndose en la principal fuente de entretenimiento. Durante esas horas, muchos zamoranos se reunían alrededor del televisor para ver películas navideñas o programas especiales que marcaban el ritmo de la festividad. La tarde se alargaba entre conversaciones y juegos de mesa, un espacio de desconexión donde las risas y las anécdotas eran el principal atractivo.
La comida de Nochebuena, sin embargo, seguía siendo el eje central de la noche, un festín en torno al cual la familia entera se reunía, pero el momento más esperado no era la apertura de los regalos, que no se realizaba esa misma noche. En lugar de eso, los niños dormían con la ilusión de que, al día siguiente, serían los primeros en descubrir qué les había traído Papá Noel o los Reyes Magos.