Procrastinar: la epidemia silenciosa que también vacía territorios como Zamora

De vez en cuando una palabra se pone de moda. “Selfie”, “crush”, “coach”. Hoy toca desempolvar otra, más veterana y más peligrosa: procrastinar.
Y conviene prestarle atención, porque dice mucho más de nosotros de lo que creemos.
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Procrastinar no es simplemente dejar algo “para mañana”. Es posponer deliberadamente lo importante, sabiendo que deberíamos hacerlo, sustituyéndolo por tareas más cómodas, más tibias, más irrelevantes. Es el arte moderno de distraerse con brillante eficiencia para no enfrentarse a lo incómodo.

Y, aunque suene irónico, es un talento muy extendido en España. Pero en Zamora, más aún.

Huir de la acción con excusa de agenda

Procrastinamos por miedo al fracaso, por ansiedad, por perfeccionismo, por necesidad de aprobación. O a veces simplemente por comodidad absoluta: quedarse quieto en la zona de confort por miedo a descubrir que fuera, quizá, hay retos… y también oportunidades.

El problema es que ese hábito tiene consecuencias:

  • proyectos que no despegan,

  • ideas guardadas en cajones,

  • talento desperdiciado,

  • gente brillante atrapada en rutinas mediocres.

La procrastinación es el veneno dulce de la inmovilidad.

Zamora, víctima histórica de la espera eterna

Aquí sabemos mucho de “esperar”.
Esperar al AVE.
Esperar a la N-122.
Esperar al Polígono Industrial Puerta del Noroeste.
Esperar a Monte la Reina. Esperar a que se apaguen los fuegos. Esperar a que los políticos cambien, pero hayq que querer hacerlo. Esperar a inversiones que nunca llegan.

Mientras tanto, los jóvenes se van; los emprendedores se cansan; los pueblos se apagan. Somos un territorio acostumbrado a aplazar lo urgente, confiando en que “alguien” —siempre otro— vendrá a resolverlo.  Es procrastinar, pero institucional.

Sedentarismo: el hermano mayor del “ya lo haré”

Procrastinar y ser sedentario son dos caras de la misma moneda.
Si no salimos a buscar trabajo, a formarnos, a emprender, a movernos…
simplemente nos quedamos quietos.

Y quien se queda quieto en una provincia que pierde población no es neutro:
retrocede.

La zona de confort es un sofá cara al vacío

Nos encanta el confort de lo conocido:
la misma empresa temporal,
el mismo bar,
el mismo camino.
Pero mientras nosotros nos aferramos al sillón, el mundo se mueve.

Y quien no se mueve, pierde el sitio.

La clave está en la incomodidad voluntaria

Moverse cuando uno teme fallar.
Aprender algo que no domina.
Ir a esa entrevista.
Cambiar de entorno.
Salir de la inercia.

Porque para encontrar algo mejor —trabajo, ciudad, oportunidades— hay que dejar de postergar la vida.

La Zamora que procrastina, desaparece

Aquí aplazar decisiones tiene consecuencias demográficas:

  • no se invierte,

  • no se emprende,

  • no se innova,

  • no se atrae población.

Cada año que posponemos soluciones, otro municipio pierde escuela, una farmacia cierra y otra familia prepara maletas.

¿Y si ponemos de moda lo contrario?

En lugar de procrastinar, actuar.
En lugar de aplazar, arriesgar.
En lugar de temer, probar.

No hablamos de dejarlo todo y volverse héroe.
Hablamos de dar pasos, aunque sean cortos, incómodos, imperfectos.

Procrastinar es fácil. Construir, no.

Por eso quienes luchan contra la inercia merecen reconocimiento:
el autónomo que abre cada día,
el estudiante que se forma fuera pero vuelve,
el vecino que monta una asociación,
el joven que emprende en un pueblo.

Todos ellos derrotan a diario ese monstruo invisible.

El enemigo no es la falta de oportunidades:

Es la falta de movimiento.

Zamora no puede seguir esperando a que cambie el viento.
Tiene que ponerse en marcha, sin excusas, sin pereza emocional, sin miedo al fallo social que tanto paraliza aquí.

Porque cuando procrastinamos, solo aplazamos lo inevitable.
Y en esta provincia, lo inevitable ya lo conocemos: vacío, silencio y abandono.

Quizá haya llegado la hora de importar una nueva moda:
la de actuar.
Radicalmente. Aunque incomode, aunque duela, aunque cueste.

Porque, como bien dice el refrán zamorano no escrito:

Quien espera sentado, ve marchar el tren.

Y aquí ya hemos visto demasiados alejarse, y hemos dejado pasar muchos, quizá sea hora de radicalizarse y poner tablones en las vías del tren, pararlo todo y reivindicar de una vez por todas el espiritu de Viriato, de los que lucharon por la indentidad de una Zamora que ahora movilizada por un Alcalde Comunista el único de España con resultados más que visibles en el crecimiento y desarrollo de la ciudad aunque de forma tímida, y un presidente de la Diputación que es un gestor activo y ejemplar sea el momento, quizá los dos han entendido que si no se mueven....esto fallece, y nuestra forma de procastinar es la de siempre...pues bien es hora de cambiar, si o también.

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