Mientras las fiestas de San Pedro llenan las calles del centro histórico de música, bullicio y turistas, en el Casco Antiguo de Zamora se alza una voz firme que clama por algo más que fuegos artificiales y celebraciones puntuales. Carmen Núñez, presidenta de la Asociación de Vecinos del Casco Antiguo, ha lanzado un llamamiento claro y directo: “Tenemos que mimar esta parte de la ciudad, y ahora mismo no se está haciendo”.
Núñez aplaude el auge del turismo en la zona: “Cada vez hay más movimiento diario y los fines de semana se nota", pero advierte de que esa imagen animada durante las fiestas no debe ocultar las carencias estructurales que arrastra el barrio: “Lo que me preocupa es que se arreglen cosas para el momento, y luego se olviden”.
Las palabras de Núñez describen una situación casi de abandono: "Los turistas se marchan escayolados, y los zamoranos también nos damos algún golpe que otro”. Aceras en mal estado, pavimento irregular que provoca caídas frecuentes y una movilidad vehicular descontrolada que amenaza la seguridad y daña la ya maltrecha infraestructura. “No queremos que todo sea peatonal, pero sí un control del tráfico. Hay vehículos de alto tonelaje que destrozan la calzada”.
Las reclamaciones al Ayuntamiento son constantes. “Estamos siempre avisando: adoquines sueltos, bordillos inexistentes… hay sitios donde el bordillo desaparece y vuelve a aparecer. Eso hace que la gente se caiga”, denuncia. Y añade: “Las señales de tráfico llevan años mal colocadas. Llevo tanto reclamándolas que ya he perdido la juventud”.
Otro de los grandes problemas que enfrenta el Casco Antiguo es la desertización residencial. Núñez confirma lo que muchos temen: “Sí, el barrio está envejecido. Yo soy de las más jóvenes y ya pienso en parar. No hay relevo generacional porque vivir aquí es muy difícil”.
A las dificultades de accesibilidad, se suma la imposibilidad práctica de rehabilitar viviendas: “Patrimonio exige tanto que incluso pone condiciones al color de las persianas. Para cambiar unas ventanas, llevamos año y medio esperando una respuesta que nunca llega”.
La ausencia de fibra óptica en muchas calles, la falta de plazas de aparcamiento y la imposibilidad de adaptar los edificios a las necesidades modernas desalientan a los jóvenes. “No hay sitio donde aparcar, no hay garajes… pero tampoco queremos que pongan una plaza delante de una iglesia. El equilibrio es difícil, pero hay que buscarlo”.
Aunque el turismo crece y se espera un repunte aún mayor con la llegada del festival de Las Edades del Hombre —“ya hay alojamientos y restaurantes con reservas hechas”—, Núñez lamenta que este movimiento no se traduzca en una vida de barrio sostenida. “Faltan negocios, faltan librerías y faltan cafeterías. Pero montar algo aquí es casi misión imposible por las exigencias urbanísticas y patrimoniales”.
Sobre los pisos turísticos, matiza: “No son el problema. Muchos son de personas que viven aquí y los alquilan cuando están fuera. El verdadero obstáculo es la falta de medios para restaurar viviendas antiguas”.
“Estamos en un entorno bellísimo, somos la ciudad del románico, pero no se mima”, asegura con vehemencia Núñez. “En otros barrios se asfaltan las calles y quedan nuevas. Aquí se colocan cuatro adoquines y a los cinco minutos ya se han soltado”.
Para ella, la clave pasa por actuar con sensibilidad, continuidad y planificación. “El Casco Antiguo no puede ser un decorado para fiestas o turistas. Tiene que ser un lugar donde se pueda vivir dignamente, donde haya vida real, con vecinos, con actividad diaria, con niños, con comercios. Y para eso, necesitamos que se nos escuche y que se actúe con visión de futuro”.
