Durante el verano, la elección de colores puede influir en cómo sentimos el calor. Los colores oscuros, como el negro y el azul marino, absorben más calor del sol, haciendo que la ropa y las superficies se calienten más. Por el contrario, los colores claros, como el blanco y el beige, reflejan la luz solar y ayudan a mantener las temperaturas más frescas.
Un estudio reciente ha mostrado que los colores oscuros pueden aumentar hasta un 70% la cantidad de calor absorbido en comparación con los colores claros. Este fenómeno puede hacer una gran diferencia en la comodidad durante los días calurosos. Por lo tanto, elegir ropa de colores claros puede ser una solución efectiva para combatir el calor.
Además de la ropa, los colores también juegan un papel importante en el diseño de exteriores. Pintar paredes y techos en tonos claros puede ayudar a reducir la temperatura interior de los edificios, disminuyendo así la necesidad de aire acondicionado. Esta práctica también contribuye a la eficiencia energética.
En resumen, optar por colores claros durante el verano puede ofrecer una manera simple de mantenerse más fresco y cómodo. Tanto en la ropa como en el diseño de espacios, elegir colores que reflejen la luz solar puede tener un impacto positivo en la sensación térmica y el ahorro energético
