Sanabria sigue resistiendo con uñas, dientes y mucho músculo humano y mecánico. La noche del miércoles al jueves ha sido, una vez más, crucial para contener el avance del fuego que asola esta joya natural de Zamora. Más de 350 profesionales —entre personal de la Junta de Castilla y León, la UME española, refuerzos de la UME francesa y brigadas forestales— han trabajado sin descanso durante horas en condiciones extremas.
La importancia de los trabajos nocturnos vuelve a ponerse en valor. Cuando el sol se oculta y las temperaturas descienden, la actividad no cesa: se aprovecha para abrir trochas —los conocidos cortafuegos— con bulldozers y maquinaria pesada, con el objetivo de frenar al fuego antes de que encuentre nuevas vías de escape. El sonido del metal cortando la tierra se ha convertido en una banda sonora de resistencia para una comarca que no se rinde.
Uno de los puntos más delicados sigue siendo el cañón del río Cárdenas, una zona de difícil acceso para los medios terrestres, donde el fuego se agazapa en las laderas escarpadas. En este punto, los medios aéreos están siendo decisivos durante toda la mañana. Helicópteros y aviones realizan vuelos continuos para frenar un frente que, aunque contenido, aún amenaza con reactivarse ante cualquier cambio de viento.


La sensación en el Puesto de Mando Avanzado es de optimismo con cautela. Aunque muchas zonas del perímetro están ahora mejor aseguradas, la experiencia de años anteriores y la volatilidad del fuego hacen que ningún gesto de alivio sea definitivo. Sanabria sigue sangrando, pero lo hace acompañada de cientos de manos profesionales que están dando lo mejor para evitar una nueva tragedia medioambiental.
Mientras el humo aún se eleva desde las entrañas del monte, la maquinaria sigue rugiendo y los cortafuegos se abren paso. En Sanabria no se duerme, se lucha.
