sábado. 20.04.2024

Nadie camina como ella entre un mar de caperuces blancos. El sol se refleja en la plata de su corona y Balborraz nunca ha parecido tan liso. Nadie es capaz de mecerse al compás de La Saeta como lo hace ella. Toda Zamora sale a verte, a rogarte, a disfrutarte.

No han sonado miles de despertadores en Zamora. Puede el sueño y el cansancio de noches muy largas y días en la calle pero puede más la ilusión. Las mujeres de la ciudad se hacen y deshacen el moño hasta que la peineta pueda quedar perfecta. Los nervios de las más pequeñas que aguardan toda la Semana Santa con ilusión. El cosquilleo de las más veteranas que nunca se va. Amanece en Cabañales.

Balborraz es un hormigueo constante de zamoranos que van a guardar sitio para ver a su Virgen y la ciudad se va tiñendo de un verde Esperanza con pinceladas de oro. No falta una puntada en las estrellas que alumbran un manto verde que acoge a toda la ciudad.

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Habría llovido en una mañana de Jueves Santo que ha visto hasta nevar. Sin embargo, la Esperanza es lo último que se pierde. Habrían madrugado todos los zamoranos, de acerca y de fila. Se habrían puestos sus mejores galas aunque no las hay como el luto riguroso de las mujeres zamoranas. Zapato, abrigo, peineta y mantilla. Y la cara al descubierto con los ojos repletos de ilusión.

Se despierta el padre Duero a mecer en sus aguas de espuma blanca como el pañuelo de la Virgen mientras tu banda de cornetas y tambores anuncia que estás en la calle. Cornetas que brillan como en ninguna procesión abriendo un cortejo de belleza inusitada.

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No estarás tú en la fila, con el cosquilleo dentro del estómago durante toda la mañana. Buscando con la mirada a los tuyos mientras oyes los compases de Nacor Blanco acompañando a tu Virgen. No estarás agarrando la tulipa de la Esperanza mientras al fondo ves la Plaza Mayor. Que no se apague ahora.

Se haría eterno el fondo antes de Balborraz pero el momento lo merece. Esfuerzo titánico de cargadores y de músicos. Esfuerzo ingente de esos niños que llevan horas esperando en Balborraz. Marco icónico para un momento de emoción extrema. Sólo La Saeta y la Esperanza. Meciéndose al compás y haciendo que nada más exista alrededor.

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Y se irían las nubes y aparecería el sol para estrellarse con tu corona, peineta de plata como la de tus hermanas mientras entras en la plaza de la Catedral donde el negro inunda el atrio para levantar las tulipas al cielo. ¡Dios te salve, Reina y Madre!

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Un mensaje de Esperanza