La Pasión vence al tiempo y al mal clima en el Viernes Santo de Bercianos de Aliste

Bercianos de Aliste volvió a dar ayer, Viernes Santo, una lección de fidelidad a sus raíces y a la fe heredada de generaciones.
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Ni la lluvia ni el frío pudieron con la fuerza de una tradición que, desde hace más de cinco siglos, transforma este pequeño pueblo zamorano de poco más de doscientos habitantes en el corazón del ritual más austero, sincero y sobrecogedor de toda la Semana Santa de Castilla y León.

La jornada comenzó de madrugada, con el Vía Crucis femenino, reservado solo a las mujeres del pueblo. Mientras las campanas guardaban silencio, en señal de duelo, el eco de las matracas marcaba el paso de los primeros actos litúrgicos del día. En la iglesia, se instaló el Monumento, un altar improvisado con el Cristo articulado y la Virgen Dolorosa, cuyo rostro permanece cubierto en señal de profundo luto.

El Descendimiento: alma y centro del Viernes Santo berciano

A las 16:30 horas, el repique seco de las matracas volvió a convocar a los vecinos a uno de los momentos más esperados y emocionantes: el Descendimiento del Cristo de la Cruz, un acto que no ha perdido su esencia desde hace siglos. En la explanada donde se ubica el Monumento, y tras el canto del "Perdón, ¡oh Dios mío!", el párroco ofreció el sermón del Descendimiento antes de proceder al ritual del desenclavamiento, que culmina con el cuerpo de Cristo envuelto en una sábana y depositado en la urna acristalada.

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A partir de ese instante, la procesión del Santo Entierro serpenteó por las cuestas de Bercianos hasta alcanzar el Calvario de piedra, donde las Tres Cruces marcan la cima del sacrificio. La comitiva, tan ancestral como conmovedora, reflejaba la jerarquía tradicional: abrían los jóvenes con pendones, seguían los hombres con capas pardas alistanas, luego los nazarenos de túnica blanca —vestimenta que será también su mortaja algún día—, y escoltando la urna, jóvenes con lanzas de hojalata. Cerraba el cortejo la Virgen Dolorosa, portada por mujeres, rodeada del rezo silencioso del pueblo entero.

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En lo alto del Calvario, se celebró el rito de las Cinco Llagas: con el "Cristo pequeño" colocado en el suelo, los cofrades de rodillas rezaron cinco padrenuestros en su honor, intercalados con cánticos populares. Todo el trayecto de ida y vuelta fue acompañado por el canto del Miserere, el Stabat Mater y otras estrofas tradicionales entonadas por todos los presentes, en latín y en castellano.

Noche de Soledad y recogimiento

Ya entrada la noche, y con el ambiente impregnado de incienso, silencio y luto, el pueblo entero participó en la procesión de La Soledad, con el Stabat Mater como hilo musical del recorrido. La mezcla de voces, el roce de las capas contra el suelo empedrado y la sobriedad de los pasos formaron un cuadro de fe y belleza difícil de encontrar en otras celebraciones.

Este año, además, la jornada estuvo marcada por la reciente restauración de las imágenes de devoción —el Cristo de la Urna, el Cristo pequeño y la Virgen Dolorosa— por parte del Centro de Restauración de Simancas, así como de objetos y enseres tradicionales como las bulas de la cofradía, que datan de 1536. Una puesta a punto que coincide con el anuncio de la inminente declaración de Bien de Interés Cultural (BIC) para la Pasión de Bercianos, ya reconocida como Fiesta de Interés Turístico Regional desde 2011.


Ayer, 18 de abril de 2025, Bercianos de Aliste volvió a demostrar que hay lugares donde la Semana Santa no se representa: se vive, se reza y se hereda. Y lo hace con una sobriedad que emociona, con ritos que no necesitan escenografía porque están incrustados en el alma colectiva del pueblo. A pesar del tiempo, del olvido y de los cambios, aquí el Viernes Santo sigue siendo exactamente lo que fue: un testimonio imperecedero de fe, de comunidad y de resistencia espiritual.

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