De dibujar a vestir la Semana Santa, una admiración convertida en profesión durante once días de auténtico frenesí. La Pasión zamorana es sinónimo de imágenes icónicas, de nombres y apellidos interiorizados en la mente de todos los zamoranos de duelo, pero también de colorido en forma de auténticas alfombras florales que completan el sentido del paso y la estética de cada cofradía.
Poco podía imaginarse el Jesús García de niño que llegaría a situarse a escasos centímetros de algunas de sus imágenes fetiche. Este graduado en Diseño de Interiores, Delineación y Magisterio forma parte de ese reducido y privilegiado gremio de maestros artesanos de la flor que, con su trabajo oculto, contribuye a dar un mayor realce a los pasos procesionales. En estos días en los que los ojos de visitantes, turistas y todo zamorano que se precie se posan en las manos, rostros y gestos tallados con mimo; son nombres como el suyo los que pasan de soslayo pese a su labor imprescindible.
Su vinculación profesional con la Semana Santa de Zamora llegó casi parejo a los inicios de su empresa. El taller de FlorArt ubicado en Villaralbo vio la luz un 1 de marzo de 2015 y su primer encargo sirvió de carta de presentación para vestir a los tres pasos de la Real Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias apenas un año después.
Luis Fernando García, pregonero de la Semana Santa 2024 y ya por entonces secretario de la Real Cofradía junto a su presidenta, Isabel García, confiaron ciegamente en su criterio y le ofrecieron esa primera oportunidad en forma de un triple encargo: adornar las mesas de Nuestra Madre, el Santo Cristo y la Virgen de las Espadas.
Desde entonces han pasado nueve años, siete Semana Santas sobre la calle y un número creciente de encargos que le han permitido asumir la decoración de un cuarto de los 53 pasos procesionales que desfilan entre el Jueves de Traslado y el Domingo de Resurrección. En total trece mesas que cubrir en diez días de auténtico frenesí en los que las escaleras y el termo de café se convierten en sus mejores aliados para hacer frente a jornadas maratonianas de hasta 26 horas.
Por sus manos pasan las imágenes del Nazareno de San Frontis, Jesús de Luz y Vida, la coloquialmente conocida como `La Borriquita´, el Cinco de Copas, La Caída, el Jesús Nazareno de Antonio Pedrero, La Desnudez, La Crucifixión y la Soledad junto a la mitad de los grupos escultóricos de la madrugada del Viernes Santo, así como los tres pasos de Nuestra Madre. Una amalgama de trabajos entre los que sobresalen dos de las Vírgenes más veneradas en nuestra Semana Santa. “Es una gran suerte que no sé cuánto va a durar, por lo que siempre lo disfruto como si fuera la última vez”.
Con la 'espinita' de poder adornar algún día la imagen del Santísimo Cristo de las Injurias, su poder de creatividad se supera año tras año incorporando como última novedad el encargo del paso de un Jesús en su entrada en Jerusalén que se ha abierto paso entre un auténtico campo florido silvestre. Una mezcla de eucalipto, mirto, laurel, romero y lentisco con eryngium azul, craspedias, brezo en flor y mini margaritas silvestres que busca la armonía visual y compositiva con la policromía de la talla y del raso fucsia de las túnicas y que ve la luz tras un año en el cajón.
Sus trabajos marcan una transición entre la búsqueda constante de la innovación y el respeto a las tradiciones más marcadas que apuestan por los claveles y flores más exóticas en tonos rojos para los Cristos y las rosas blancas o salmón para las Vírgenes. Cada paso condiciona una forma de trabajar que pasa desde los centros de rosas para los grupos escultóricos a los mantos florales que cubren por completo la parte superior de la mesa.
Con los últimos compases de la Cuaresma, su taller se convierte en un auténtico vivero siempre atento a la llegada de los camiones procedentes de todo el territorio nacional y Holanda o de los aviones que cruzan el Atlántico para traer las mejores variedades de claveles y rosas de Colombia y Ecuador. Una importación que contrasta con el uso de alelíes, antirrino, y anturium cosechados en España. En total miles de flores perfectamente conservadas en cámaras de frío en una logística perfectamente calculada.
Hasta 3.000 claveles conforman un único pedido para vestir al Nazareno en una amalgama de rojos, púrpuras y malvas, frente a la Soledad que ha llegado a contar con hasta doce variedades diferentes de flor desde rosas blanca, tulipanes, amarilis, calas, anturium y campánulas.
Una logística que, sobre la mesa procesional, se convierte en pura creatividad. Subido a las escaleras, Jesús ofrece toda una lección de improvisación tras cinco minutos de silencio y aparente titubeo. “Trabajo mejor bajo presión y confío en mi intuición”. Una lección de maestría intacta desde que el Mozo abandona la parroquia de San Frontis hasta que la Soledad regresa en la noche cerrada a San Juan.