Más de seiscientos años, en total, seiscientos doce desde que la Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias comenzó a iluminar la capital con su inquebrantable devoción. Fundada en 1412 por San Vicente Ferrer bajo el nombre de Cofradía de Dolores y Angustias, sus raíces se sumergen en la historia, trazando un camino de fe que perdura hasta nuestros días. Aunque los registros escritos se remontan a 1579, la tradición oral enriquece su antigüedad, moldeando una institución venerable moldeada por siglos de fervor religioso.
El nombre oficial de la hermandad, la Soledad de la Madre de Dios y Consuelo de los Desamparados, revela su compromiso con la espiritualidad y la compasión hacia los más necesitados. En 1581, un hito transformador marcó su historia: la construcción de una capilla dedicada a Nuestra Madre, un santuario que se erigió como el corazón espiritual de los fieles. Este refugio se convirtió en un faro de esperanza, donde los afligidos encontraban consuelo en tiempos de angustia.
A lo largo de los siglos, la hermandad enfrentó desafíos y reorganizaciones, pero su fe permaneció inquebrantable. En tiempos de crisis, como en 1794, la cofradía se reinventó, adoptando nuevos estatutos para adaptarse a los cambios del mundo. A pesar de enfrentar la disolución en 1870 debido a conflictos internos, la Cofradía de Nuestra Madre de las Angustias resurgió con fuerza en 1929, desfilando con orgullo junto a otras imágenes sagradas en la noche del Viernes Santo. Hoy, el legado centenario de la cofradía vive en la memoria colectiva, recordando la importancia de la fe y la perseverancia en tiempos de adversidad.