Enrique Crespo renueva en voz alta su voto de amor a la Virgen de la Soledad

Cargado de emoción, sinceridad y cariño, el pregonero ha resaltado la intensidad de la devocion que mueve al pueblo zamorano cuando acompaña a la imagen. 

Emotiva, sincera, profunda y, sobre todo, cargada de amor y de belleza. Así ha sido la II Exaltación Literaria a la Virgen de la Soledad que ha pronunciado al pie de la imagen el doctor Enrique Crespo Rubio en la iglesia de San Juan.

Con su luto sencillo, en su peana dorada y con flores a sus pies. Así lucía la Virgen de la Soledad, la Señora de Zamora, en el acto, con el doselete de terciopelo rojo ya dispuesto en el altar mayor para acogerla durante el Quinario. Pero hoy la palabra se ha hecho oración, o la oración se ha hecho palabra. Y emoción y recuerdo.

Enrique Crespo ha renovado en voz alta su voto de amor con la Virgen de la Soledad, con Zamora, con su Semana Santa y con la Cofradía de Jesús Nazareno, que es su "máximo honor" en una vida jalonada de premios y reconocimientos a su brillante trayectoria profesional en la Medicina.

Comenzó Enrique Crespo recordando el estrecho vínculo que le une a la Cofradía de Jesús Nazareno y a la Virgen de la Soledad desde su más tierna infancia, cuando presenció la Reverencia en Las Tres Cruces, el recuento,el sonido del Merlú o el quejido de la madera al alzar el paso; o cuando con cinco años salio con una pequeña cruz de madera negra en la procesión. Era casi obligado para el pregonero recordar a su padre, Antonio; a sus abuelos, a sus tíos y a muchos ausentes, así como a su madre, Paloma, quien ya cumplió la mayordomía hace años, que lo condujeron de la mano por el amor y por la fe en una cadena que se prolonga por más de un siglo y desciende a su hija y sus sobrinos.

El pregonero se ha referido a la imagen de Ramón Álvarez como la "madre espiritual" de Zamora. "Tú, Virgen de la Soledad, la última virgen de la Pasión, eres el vínculo final que nos acerca a la Resurrección de tu hijo. Y contigo hemos aprendido, muchos de nosotros, a mantener viva la presencia de Dios en Zamora. A través de la imagen de la Soledad, de la madre espiritual de Zamora, la luz de la fe en Cristo ha llegado a generaciones de zamoranos".

Sus recuerdos se han trasladado a su mayordomía, en 1998, año en el que comenzó a salir en la procesión detrás de la Virgen. "Durante estos 20 años recorriendo junto a su paso las escenas de la Pasión de Cristo he vivido la soledad con que queda la Madre de Dios y he percibido, en balcones y en aceras, cómo Zamora siente todo esto". Y ahí se dispararon las emociones. "He descubierto las sensaciones de emoción y devoción que la Señora suscita en los corazones de las gentes zamoranas cuando avanza con paso mayestático y acompasado. Y he presenciado como a tantas mujeres les quebraban los rostros unas sencillas lágrimas espoleadas por las emotivas notas fúnebres de las marchas".

Para el pregonero, la contemplación de la Virgen explica de forma natural a los zamoranos cómo hay que vivir la Pasión, sin olvidar la crítica a quienes desvirtúan la madrugada del Viernes Santo. "El caminar de la Soledad silencia a la ciudad en la noche más doliente de los siglos. Enmudece hasta la miserable algarabía, esa turba, que ha tomado costumbre en esta madrugada queriendo convertirla en una celebración pagana. Bien que conocen los hombres y mujeres de esta tierra lo que significa el amanecer del Viernes Santo. A los zamoranos no hay que enseñarles recogimiento y tradiciones. En Zamora la Semana Santa se entiende en la calle y en la casa. A los niños y a las niñas no hay que explicarles lo que se representa en las procesiones. Y pronto entienden porque esta Virgen es la Virgen de Zamora"

Enrique Crespo se ha detenido en el momento de la Reverencia y ha reflexionado sobre la serenidad que transmite la imagen y cómo debe ser modelo de dignidad para las mujeres. Así, se ha trasladado a la tarde del Sábado Santo. "La Virgen se encuentra desguarnecida, como treinta y tres años antes en aquel establo de Belén que fue el único altar que le ofreció la tierra para poner en este mundo al hijo de Dios. Pero en Zamora va a encontrar el consuelo de otras mujeres para ayudarla a soportar una mínima parte de ese
intenso dolor que solo una madre que ha perdido a su hijo conoce".

 Tras describir hermosamente las intensas escenas que se viven en la tarde del Sábado tanto en las aceras como entre las interminables filas de miles de mujeres, Enrique Crespo ha concluido su exaltación a modo de plegaria por los cofrades, por las mujeres y hombres que la acompañan y que la acompañaron. "Te voy a pedir, en primer lugar y sobre todo, por el alma de cuantos en la madrugada del Viernes Santo mancillan tu bendita imagen, por esos hijos tuyos que se han entregado al escéptico delirio del materialismo. No puedo descuidarlas: quiero rogarte para que avives, para que conserves vigente, en las mujeres de Zamora, toda la piadosa devoción que nuestras familias te han ofrendado durante tantas generaciones, ellas protegen tu testimonio. Y claro, aunque lo hago todos los días, hoy como nunca te pido sensiblemente por los hermanos difuntos de esta Cofradía, esos que un día nos marcaron el recorrido de ida y de vuelta a tu templo".

Como ha ocurrido con los hombres de su familia, especialmente emocionante ha sido la evocación final, el deseo de un cofrade expresado a los pies de su Virgen, "la más querida". "Te ruego que cuando abandone finalmente la vida terrenal me permitas escuchar los sonidos de nuestra historia, de esa trompeta y de ese tambor, convocándome, para que no se me olvide que, más allá de los tiempos, sigue habiendo recuento, siguen pasando lista y yo tengo que estar aquí para postrarme ante ti y volver a besar tu madera, bendita Virgen de la Soledad".

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