La Real Cofradía del Cristo de las Injurias ha descendido este mediodía la imagen del Crucificado desde el altar de su capilla hasta la mesa procesional en la que saldrá a las calles los próximos Miércoles y Viernes Santo en las procesiones del Silencio y del Santo Entierro.
Un año más se ha repetido la escena, esta año con más público que otras ocasiones al que se le pidió el respeto del Silencio que la Real Cofradía tiene por norma en todos sus actos. El silencio lo pedía su presidente Rufo Martínez de Paz quien recordaba este año a uno de los hermanos de la Real Cofradía, Francisco Galán fallecido el año pasado en el día del Pilar y que siempre acompañaba el descendimiento del Cristo de las Injurias que esta mañana volvía a ser colocado de nuevo en su mesa procesional. También al finalizar el rito, el capellán de la Real Cofradía, Francisco Díez, entonaba una oración en recuerdo a los hermanos fallecidos y encomendaba a todos los presentes en la fe a Dios y al Cristo de las Injurias.
La magnífica talla del Cristo de las Injurias ha sobrevolado las bóvedas de la Catedral mediante un complejo sistema de cuerdas y poleas. La imagen era descendida desde su altar hacia el suelo, donde los devotos han podido admirar su portentosa anatomía: el detalle de la espina clavada en su frente, los perfectos dientes, la encarnadura doliente de sus heridas, sus tres miradas de vida, agonía y muerte. En verdad es el Hijo de Dios.
Un vez en el suelo, la imagen -catalogada como una de las mejores del Renacimiento en España y de autor anónimo aunque según Luis Vasallo Toranzo es de Diego de Siloé. La imagen ha sido elevada hacia la parte del trascoro catedralicio, donde ha sido colocada en la mesa procesional dorada desde donde abarca a la ciudad entera entre sus brazos abiertos.
Galería de imágenes ( Fotos Aroa Colmenero, Vídeo Pablo Clemente)