La Diócesis de Zamora celebra la Misa Crismal 2025 con una llamada a la unidad y al compromiso sacerdotal

Monseñor Fernando presidirá la solemne liturgia del Miércoles Santo en la Catedral del Salvador, donde se renovarán las promesas presbiterales y se bendecirán los óleos sagrados que marcarán la vida sacramental del año
La Diócesis de Zamora celebra la Misa Crismal 2025
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Como cada Miércoles Santo, la Catedral del Salvador se convertirá en el epicentro espiritual de la Diócesis de Zamora con la celebración de la Misa Crismal, una de las liturgias más significativas del calendario católico. La ceremonia tendrá lugar a las 12:00 del mediodía y estará presidida por el obispo diocesano, Monseñor Fernando.

Esta eucaristía, profundamente simbólica, congregará a todo el clero diocesano en un acto de comunión y renovación. Los sacerdotes renovarán públicamente sus promesas presbiterales, reafirmando su compromiso con el ministerio y con la comunidad a la que sirven. Tras la misa, compartirán una comida fraterna en el Seminario-Casa de la Iglesia, símbolo de la fraternidad sacerdotal que caracteriza esta jornada.

En palabras de D. Juan Luis Martín Barrios, Vicario para la Delegación de Comunión Fraterna, la Misa Crismal “quiere reconocer a Jesucristo, ungido hasta la plenitud por el Espíritu Santo, para ser Profeta, Sacerdote y Señor de su pueblo. Expresa la unidad de todo el presbiterio en torno a Cristo y al obispo, y estimula su fidelidad en el servicio a la comunidad diocesana”.

La Diócesis de Zamora celebra la Misa Crismal 2025
La Diócesis de Zamora celebra la Misa Crismal 2025

Durante la ceremonia se llevará a cabo uno de los ritos más emblemáticos del año litúrgico: la bendición de los santos óleos que serán utilizados a lo largo del año en los sacramentos del Bautismo, la Confirmación, la Unción de los Enfermos y el Orden Sacerdotal. En particular, el Santo Crisma —una mezcla consagrada de aceite de oliva y perfume— será consagrado por el obispo como signo visible de la gracia sacramental.

La Misa Crismal, más allá de su dimensión clerical, es una celebración abierta a todo el pueblo de Dios. La presencia de laicos, religiosos y religiosas refuerza la imagen de una Iglesia viva y diversa, unida en torno a sus pastores en el camino hacia la Pascua.

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