Las damas enlutadas acompañan a una Virgen ataviada con su capa más sencilla para expresar su dolor por la muerte de su hijo. La Soledad volvía a salir a las calles de la capital zamorana para recibir el amparo de una ciudad que cada año cae rendida a sus encantos, sus manos entrelazadas y las lágrimas que recorren un rostro de facciones perfectas en el momento de mayor pesar para una madre.
En una nueva y envidiable jornada de primavera, los zamoranos y visitantes han salido para acompañar en procesión a una de las imágenes más veneradas y cuya belleza contrasta con la mayor de las austeridades. Sólo un rosario en las manos de la Virgen y el toque de color del cordón y las velas de sus damas ponían el contraste en un Sábado Santo de pesar y que pone el punto final a los actos fúnebres a escasas horas del reencuentro entre madre e hijo ya resucitado.
Las últimas marchas fúnebres han resonado por las calles de Zamora de la mano de la Banda de Música Nacor Blanco mientras la Banda de Cornetas y Tambores de la Cofradía Jesús Nazareno era la encargada de recibir con honores a la Virgen a su salida del templo de San Juan. También la Banda de Cornetas y Tambores Ciudad de Zamora ha estado presente, fiel a su cita con la Virgen de la Soledad.
Centenares de mujeres han guardado rigurosa fila para acompañar a la Virgen a la que han vuelto a rendir homenaje con el canto de la Salve y las tulipas en alto. La luz de las velas ha querido iluminar a la talla en su vuelta al templo en un último gesto de aliento que ha estremecido de nuevo a los zamoranos y foráneos.
Ataviadas con capa de capucha bellardina de tergal negra hasta los pies, calzado y guantes negros lisos, las mujeres zamoranas han amparado a una madre a la que sientes y protegen como a su suya propia. Una Soledad que es santo y seña de nuestra Semana Santa. Un signo de belleza inédita y de humildad tan marcado en la tierra.
El sustento de las nuevas generaciones era palpable en brazos de decenas de mujeres que han sostenido en brazos a bebés de apenas meses y que aseguran el futuro de unas damas siempre fieles a su ciudad y a su Soledad en esta jornada de Sábado Santo que supone el culmen a una ansiada semana de Pasión. Este año sí, con mascarillas y una "nueva normalidad" marcada aún por las medidas de prevención, pero con el regreso de la Pasión. Zamora ha sentido, ha penado y ha resucitado al compás de su Semana Santa.