La generación que creció jugando en la calle, disfrutando de veranos en la piscina y noches en las peñas, se reencontró con la sensación de que el tiempo no había pasado. Estos amigos, que compartieron juegos como el escondite, la comba, y el churro cinto—hoy en día considerados peligrosos—recordaron cómo aquellas heridas curadas con mercromina fortalecieron una amistad que ha perdurado durante décadas.
El reencuentro comenzó con una alegre comida de pinchos y cervezas en el local del ayuntamiento, donde los primeros quintos en llegar al pueblo compartieron anécdotas y risas. A medida que el día avanzaba, la celebración adquirió un tono más emotivo cuando todos los quintos se unieron para llevar un centro de flores a la tumba de Alicia, una compañera que se convirtió en la estrella más brillante del cielo, iluminando Coreses con su dulce mirada y sonrisa.
La noche continuó con una cena en el Restaurante Convento I, donde el arroz con leche se llevó todos los elogios. Entre bocado y bocado, los quintos se pusieron al día, compartiendo historias de sus vidas, trabajos y familias, y constatando con humor lo bien que les habían tratado los años.
Después de la cena, la celebración no decayó. Al ritmo de la Disco Móvil Tecno, los quintos del 74 demostraron que, pese a los años, su espíritu festivo sigue intacto. Bailaron hasta altas horas de la madrugada, demostrando una vez más la capacidad de adaptación y, sobre todo, la falta de vergüenza que les caracteriza.
En definitiva, fue una jornada inolvidable para la quintada de las Olimpiadas de Barcelona 92, un grupo de amigos que, como en aquella famosa canción, prometen seguir siendo "amigos para siempre".
