En Badilla de Sayago (Fariza), una ganadera ha visto cómo 25 ovejas aparecían muertas en el camino que une la localidad con Argañín. No es un hecho aislado: en los últimos días también se han registrado episodios similares en Fariza y Tudera, lo que confirma que los ataques se están extendiendo.
Los ganaderos se sienten atrapados entre el fuego y los lobos, sin apenas margen para resistir. “Con los incendios los animales se están desplazando, buscan otras zonas, y aquí el resultado son explotaciones arrasadas”, lamenta un vecino de la zona.
La situación reabre el debate sobre las políticas de protección del lobo, un animal que estaba en estas tierras antes que nosotros, pero cuya convivencia con la ganadería extensiva sigue sin resolverse. Mientras unos lo defienden como emblema de biodiversidad, otros denuncian que cada ataque supone la ruina de familias que ya viven al límite.
En Sayago, lo que hoy queda claro es que el campo zamorano sufre en silencio una doble herida: la que dejan las llamas y la que abre el lobo en los apriscos.
