La fiesta se sienta a la mesa, los campeonatos populares unen generaciones

Más allá de las verbenas, son los campeonatos de juegos los que crean comunidad en los pueblos.

 

Campeonato de cartas Cubillos
photo_camera Campeonato de cartas Cubillos

En pleno corazón del verano, cuando el calor aprieta y los pueblos se llenan de vida, las fiestas patronales vuelven a ser protagonistas en la provincia de Zamora. Las calles se engalanan, suenan las charangas, resuenan las jotas, y las tradiciones religiosas rinden homenaje a los santos protectores de cada localidad. Pero más allá de las verbenas, los pasacalles o los espectáculos nocturnos, hay momentos más discretos, más silenciosos, pero también más auténticos: aquellos que reúnen a vecinos de todas las edades alrededor de una mesa de juego.

Mus, tute, chinchón, parchís… Los campeonatos de juegos de mesa se han convertido en una de las actividades imprescindibles en las fiestas de los pueblos zamoranos. Son encuentros que no buscan grandes focos, pero que consiguen algo igual o más importante, fortalecer el tejido social del pueblo y unir generaciones.

Durante varias tardes o noches, las plazas, los bares o los centros sociales se transforman en espacios de convivencia donde jóvenes y mayores comparten mesa, risas y rivalidades amistosas. Partidas entre parejas de veteranos contra jóvenes del pueblo, o duelos entre generaciones distintas de la misma familia, se viven con la misma intensidad que un partido de fútbol. Porque en estas citas se juegan mucho más que cartas o fichas: se juega el orgullo, la tradición, y sobre todo, el compañerismo.

Esta costumbre, tan natural y cotidiana que a menudo pasa desapercibida, está profundamente arraigada en el ADN festivo de la provincia. Tanto que cuesta imaginar unas fiestas sin esos campeonatos que, año tras año, siguen llenando de vida los pueblos cuando cae el sol y bajan las temperaturas.

En una época en la que muchas celebraciones se transforman y buscan novedades, los juegos de mesa se mantienen fieles a su esencia, como un símbolo de comunidad. Porque al final, más allá del bullicio de las noches festivas, son estos pequeños gestos los que construyen el verdadero espíritu de las fiestas.

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