jueves. 28.03.2024
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La chimenea de Arcillera

Caminar por Ceadea es volver la vista atrás, cuando el pueblo vivía de un floreciente negocio. 

El pueblo conserva en cada uno de sus rincones recuerdos de aquellos tejares, hubo hasta 10, en los que se fabricaban tejas, ladrillos al horno o baldosas. Hoy solo quedan restos de cinco, todos en estado de ruina y apenas señalizados con un cartel explicativo.

La Plataforma en Defensa de la Arquitectura Tradicional de Aliste ha catalogado los 10 tejares que funcionaron en esta localidad e intentan que se reconstruya un patrimonio industrial que se está perdiendo a medida que los pueblos se van despoblando.

Los tejares se construían en zonas próximas al barrero, donde había arcilla, y del monte de jara y urce. Su estructura era rectangular: a un lado la pila, cerca la era de tender la teja, el ladrillo o la baldosa, a continuación la pila y en los extremos los hornos de cocer, tipo hormiguero de doble cámara.

Explica José Luis Fernández, miembro de la Plataforma y dueño de la Casa Rural El Tejar de Miro en Ceadea, que el último tejar, perteneciente a su familia, se cerró allá por el año 1999 por la competencia de Castellón y Valencia y por las cortapisas de Medio Ambiente para sacar arcilla en la zona de los robles.

La producción de las empresas del Levante español dan idea de la desigual competencia: allí se fabricaban 200.000 tejas al día, aquí 5.000 y 6.000, apunta Fernández, que regenta este establecimiento temático sobre la artesanía de los tejares.

A pocos Kilómetros, se divisa otros de los tesoros escondidos de la zona. Cuando se pisa Arcillera, todos sus habitantes presumen de la chimenea gigante, muy bien conservada y que forma parte de una ruta circular señalizada con flechas azules para recorrer y admirar los restos de molinos entre ambas poblaciones.

Esta pequeña localidad alistana, que dista unos 3 kilómetros de Ceadea, tiene en su iglesia parroquial su edificio más significativo. En su término fue encontrado un tesoro celtibérico: pulseras o brazaletes que actualmente se exponen en el Museo Británico.

Un tejar en CeadeaPero su chimenea gigante se ha convertido en el símbolo de un pasado floreciente del que hablan con nostalgia los más mayores del lugar. Se alza en la ribera del río y perteneció a la mina de estaño que unos franceses instalaron en Arcillera en el año 1.800. La mina cerró en los años 80 pero la chimenea de mampostería se salvó.

Salvo media docena de sillares de granito que se enmarcan en la boca del tiro, esa torre está ejecutada con pizarra del país, extraída en el propio término y consolidada con una argamasa algo más elaborada que el tendel local.

La paradoja es aquí llamativa: la arquitectura popular, definida como preindustrial, es el modelo constructivo para una instalación minera que lejos de ejecutarse con el tradicional ladrillo macizo tan característico, adapta el material local y las técnicas tradicionales, tal y como refleja Wikipedia.

Cuenta José Luis Fernández que la mina era propiedad de dos empresarios franceses que están enterrados en un prado de Arcillera, una zona que ha sido protegida por albergar, precisamente, los restos de estos emprendedores galos. Por desgracia, eso no pasó con las casetas de los mineros ni los raíles por lo que circulaban las vagonetas, que fueron robados.

La ruta de Arcillera a Ceadea o de Ceadea a Arcillera tiene un descanso en el llamado Mirador del Lobo, donde antiguamente la aristocracia se daba cita para matar al cánido.

En el recorrido también pueden verse chiviteros, aunque José Luis Fernández advierte que se trata de una ruta "exigente de 6 o 7 kilómetros". Pero las vistas y las simpatías de sus gentes hacen que merezca la pena el riesgo.

Galería de imágenes

De Ceadea a Arcillera: el camino de los tejares y la chimenea "gigante"