¡El Indie… ese gran desconocido!
¿Qué significará ese dichoso término, que muchos utilizan y pocos comprenden? ¿Es quizá nuestra joven vecina con sus vestidos de vuelo y sus Ray Ban de colores llamativos? ¿O acaso el hombre ese al que somos incapaces de atribuirle una edad, porque una tupida barba de longitud imposible le tapa 3 cuartas partes de su rostro? No… seguro que se refiere a la romería que se despliega cada año en torno a un festival, en el que miles de Sajones, Normandos e Hispanos, empapados en cerveza, pujan por conseguir un rojo camarón en sus blancas y delicadas pieles. Casi… Por ahí van los tiros, pero mejor sería imaginar un escenario con todos esos elementos mezclados, aderezarlos con los mejores ritmos pop-rock, e imaginarte que estás pasando un tórrido verano en Santa Pola sentado en el sofá de skai de tu abuela.
Ese momento determinante e indeterminado, el cual te coloca en un espacio/tiempo indefinido (que se podría situar tanto en 1990 como en 2015), ese preciso instante es el que seguro elegirías para despegarte de semejante “asiento” (por llamarlo amablemente de alguna forma…), coger tu camisa floreada, encontrarte en un bar con tus mejores amigos, pedirte una piña colada y bailarte una de… ¡Qué más da! ¿Lori Meyers? Pues Lori Meyers. ¿Oasis? Pues Oasis. ¿Izal? Pues Izal. El caso es pasarlo en grande con el sabor a salitre del aire en la boca….