Este año se ha puesto en marcha la LOMCE como modelo educativo. Todo ello con polémica, como ya se sabe. Con ella regresan aspectos como la reválida o el mayor peso de la religión a la hora de estudiar. Y como en toda polémica que se precie, unos dicen que esta ley busca terminar con el fracaso escolar y mejorar la calidad de la educación española. Por el contrario, otros aseguran que supone una regresión al pasado.
Al margen de estas cuestiones, existen varios aspectos formales en las escuelas que dejan entrever que la enseñanza mira al futuro. Avances que han provocado que tanto centros como modelos de enseñanza sean muy distintos a como padres y abuelos las han conocido. Mucho han cambiado los colegios y la forma de enseñar con el paso de los años. Atrás han quedado los castigos severos para dar paso a una escuela más modernizada que eduque de una nueva forma.
Los alumnos experimentan cambios en las rutinas diarias. Horarios matinales frente a las tradicionales jornadas de mañana y tarde en los colegios, a favor de las actividades extraescolares.
Desde hace varios años, la revolución tecnológica se ha instaurado en la sociedad. Y cuando vino, lo hizo para quedarse. Todos los ámbitos de la vida se han visto involucrados. Y la enseñanza, lejos de mirar para otro lado, ha aprovechado para experimentar con nuevos sistemas que logren la mayor atención e implicación de profesores y alumnos.
Todavía el papel y el bolígrafo son el medio por antonomasia para estudiar. Son la principal herramienta de aprendizaje y no se entienden el uno sin el otro. Niños que acuden cada día a clase con sus mochilas cargadas de libros, cuadernos y material escolar. Tampoco hay que olvidarse de trabajos y exámenes, cuyo soporte fundamental sigue siendo el tradicional folio blanco.
Sin embargo, poco a poco los métodos de enseñanza van abandonando estos soportes. O mejor dicho, empiezan a combinarse con las nuevas tecnologías y el mundo de Internet. Los farragosos apuntes y las largas lecciones dejan camino a la interactividad del ordenador. Y eso a pesar de que los libros, en busca de mejorar el aprendizaje, han ido adaptando sus formatos a las nuevas corrientes. El contenido continúa intacto; lo que varía es el continente: uso de colores, distintas tipografías, gráficos, fotografías... para incitar a estudiar al alumno.
Pero poco o nada tienen que hacer ante el imparable ascenso del mundo tecnológico. Las posibilidades del mundo digital permiten la posibilidad de interactuar mientras se aprende. Se pasa de la monotonía y pasividad del libro al estudiante interactivo.
Si bien los principales destinatarios de esta revolución son los alumnos, los profesores no deben mirar para otro lado. Estas nuevas corrientes involucran a toda la comunidad educativa. Los docentes más jóvenes demuestran mayor capacidad para adaptarse a estos cambios, sobre todo los tecnológicos. Pero la mayoría de profesores más mayores se resisten a abandonar las formas clásicas de enseñanza.
Las aulas tampoco son ajenas a los cambios. Si en su día los tradicionales pupitres de madera dieron paso a las mesas verdes de estudio, éstas ahora van dejando paso a los ordenadores. Raro es el colegio e instituto que no cuenta ya con un aula de informática. Eso si cada aula no cuenta ya con equipamiento de ordenadores. Asimismo, los encerados y las tizas se empiezan a dar de lado desde la llegada de las pizarras y bolígrafos electrónicos.
La escuela ha cambiado mucho en estos últimos años. La revolución tecnológica ha transformado el modo de enseñar de los profesores y de aprender de los alumnos. La escuela ha ido adaptándose a las formas de vida. Y si la vida está en continuo cambio, la escuela debe seguir el ritmo.
La enseñanza de hoy en día es muy diferente aunque el objetivo sigue siendo el mismo: instruir al alumno y conseguir que aprenda. Cierto es que su educación es cosa de padres y profesores. Pero las nuevas tecnologías, si se saben usar, pueden ser una gran herramienta, más que nada porque los jóvenes de hoy en día las manejan mejor que nadie.
Aunque de poco sirven si éstas nuevas tecnologías no están apoyadas sobre una base sólida en lo que se refiere a educar. El consenso es necesario en estos asuntos que afectan a todos. Las nuevas tecnologías son un punto extra; pero de nada sirven si los cimientos de la enseñanza no son sólidos.