El gol del canterano rojiblanco quedará en el recuerdo de todos los aficionados al fútbol sala provincial y sirve para inaugurar su contador de goles en División de Plata.
Cogió la pelota en medio campo, en medio de una maraña de jugadores segovianos. Buscó un amigo, un aliado, una camiseta blanca o un pantalón rojo; pero no encontró nadie a quien pasarle la bola. Siguió caracoleando con la pelota pegada al pie, evitando que cualquier jugador segoviano pudiera arrebatársela y avanzó metros con la misma intención, la de encontrar una salida.
El paso de los metros puso un objetivo nuevo en el punto de mira de Alberto, la portería. Y entonces allí hizo un nuevo regate, el que le permitió dejar atrás a un defensa, encontrar una salida entre los cuatro segovianos que le rodeaban y poder encarar al portero.
Y entonces buscó un ángulo imposible, un lugar por el que batir al portero y tiró de templanza y amestria y picó la bola para que avanzara despacio, haciendo eternos los segundos que pasaron hasta que tocó primero el palo derecho, después el izquierdo y de nuevo el derecho antes de entrar mientras la mitad del público gritaba de emoción y la otra mitad se frotaba los ojos para corroborar el gol que acababa de marcar Alberto.