El Balonmano Zamora viaja este fin de semana a tierras cántabras para enfrentarse al Camargo, en un duelo que, sobre el papel, podría parecer asequible, pero que llega en un momento especialmente delicado para los zamoranos. El equipo pistacho atraviesa una pequeña crisis de confianza tras encadenar dos derrotas consecutivas, algo que no había ocurrido en toda la temporada.
La victoria ante el líder, el Balonmano Soria, en un Ángel Nieto entregado parecía el impulso definitivo para cerrar el curso en buena forma. Sin embargo, las derrotas posteriores frente a Gijón y Oviedo han supuesto un duro golpe a la moral del vestuario, que se enfrenta ahora a una situación inédita durante este año: la de tener que reconstruirse desde lo anímico.
Enfrente estará el Camargo, actualmente en la decimocuarta posición y luchando por salir de la zona baja. Un rival que, aunque no ha brillado en la clasificación, cuenta con un estilo de juego muy particular y antagónico al del Balonmano Zamora. Esa diferencia táctica podría suponer un reto añadido para los de Félix Mojón, que deberán adaptarse a un ritmo y una dinámica que no les resulta cómoda.
El foco en esta semana de preparación no ha estado tanto en el análisis del rival como en la recuperación de la plantilla. Las lesiones, la carga física acumulada y la fatiga mental han lastrado el rendimiento del equipo en los últimos encuentros. Félix ha estado centrando los esfuerzos en reconectar a los jugadores con sus mejores versiones, tanto a nivel físico como psicológico.
Este partido ante Camargo es algo más que una jornada más de liga: es una prueba de carácter, una oportunidad para romper la dinámica negativa y recuperar sensaciones de cara al tramo final de temporada. Los guerreros de Viriato quieren volver a ser ese equipo sólido, valiente y competitivo que ha dejado grandes actuaciones a lo largo del año.
Una victoria en Cantabria podría servir como bálsamo y punto de inflexión. El momento es ahora.