Fue su última intervención antes de perder la vida en el fatídico accidente de la N-631. José Lorenzo Fernández, además de trabajador de Fomento de la Junta, era un historiador empedernido de los de libro en mano, siempre inmerso en algún proyecto relativo a la tradición popular en la provincia, especialmente ligado a las tierras de Sayago, Aliste, Alba y Tábara. Fueron los vecinos de Bermillo los últimos que atendieron sus últimas indagaciones que tomaron forma en el libro "Ermitas y cofradías. Religiosidad local en Sayago, Aliste y Alba durante la Edad Moderna".
Un tomo contundente, de 400 páginas y que, tal y como explicaba el martes José Lorenzo durante la presentación, “bien podría haber dado para otras 250 ó 300 más”. Lejos de la pomposidad que podría destilar un estudio de tal calibre, el corazón de Sayago recibió a un hombre sencillo, llano en palabras pero con la seguridad que le otorgaban sus más de tres décadas dedicadas al origen y evolución de las ermitas y cofradías en estas zonas, cuya obra presentaba dentro de la programación cultural de “La Mayuela”.
En total, 1,5 kilogramos de peso conformaban el que ha sido su cuarto y último trabajo en solitario. A ellos se unen otros como “Entre Aliste y Sayago. Muelas siglos XVIII al XX” (2002), “Ordenamiento jurídico y conflictividad vecinal en la Tierra de Alba en la Edad Moderna” (2011) y “Ermitas y romerías. Manifestaciones de la religiosidad popular. El caso de Muelas del Pan”. José Lorenzo también había coordinado el trabajo “Cruces, viacrucis y calvarios: en las comarcas del occidente zamorano” (2018).
La de Bermillo fue una charla didáctica, formal pero cercana, en la que José Lorenzo dio a conocer los orígenes y evolución de las ermitas, especialmente ligadas a la tierra que le escuchaba y cuyo desuso y falta de liquidez de las propias cofradías las condenó a finales del siglo XVIII e inicios del XIX a la más absoluta dejadez, abocándolas a la ruina y, en muchos casos, desaparición. “Las ermitas en cuanto a edificios religiosos si no les das uso al final se pierden. Aquí cerca está la ermita de Villamor de Cadozos cuyas pinturas se han perdido casi por completo –apenas se conserva algún centímetro de las mismas- pero también está el ejemplo de la de Moral”. Todo a pesar de que se trata de la comarca que más la conservan y que aún se pueden disfrutar como en el caso de los murales de la ermita de Nuestra Señora de Fernandiel. La ermita de Tudera es, junto a la de Muga, otro de los ejemplos de murales que aún se conservan en la comarca.
El historiador explicaba la importancia de dichos murales -más económicos que un retablo- en una época en la que gozaba de un gran poder didáctico transmitiendo la doctrina a los fieles con menos posibilidades. Su pérdida en este caso se debió a una triple casuística: la falta de poder adquisitivo de las propias cofradías para hacerse cargo de su reparación -algo que se hacía extensible a todas las necesidades de reparación del templo en sí-, las propias prácticas en el interior de las mismas -es el caso de la celebración de concejos o hacer lumbre-, unido a que la propia autoridad eclesiástica en el siglo XVIII pensando que era un descreimiento andaba darles cal o diluirlas.
La pasión por José Lorenzo por indagar la vida cotidiana y la conflictividad vecinal asociadas a las prácticas religiosas, “aunque muchas veces no eran nada ortodoxas”, matiza. “Vivían la religiosidad a su manera, eran gente creyente evidentemente, pero encontramos prácticas en las ermitas como asar carne el día de la fiesta dentro de las ermitas o realizar bailes que hoy en día no se concibe. Debemos hacer un ejercicio de comprensión no podemos analizar con el bagaje cultural del s XXI actitudes de hace 300 años”.
La importancia de las ermitas radica precisamente en su carácter más popular frente a las iglesias, pero sobre el que pesó su lejanía de los núcleos poblados a la hora de conservarlos, lo que derivó en que en 1805 apenas quedarán el 30% del total.
Licenciado en Historia Moderna por la Universidad de Salamanca, José Lorenzo demostró a lo largo de su trayectoria profesional su implicación con la vida popular de la provincia, un legado que quedará por siempre en sus obras y en la mente de las cientos de personas que han tenido la suerte de escuchar de viva voz algunos de sus descubrimientos.