Opinión

He vivido la guerra de Ucrania desde el inicio y me cuesta creer en el ser humano

El 24 de febrero de 2022, Rusia lanzó su ofensiva sobre Ucrania con la confianza de que tomar Kiev sería una cuestión de semanas. Pensaron que la resistencia ucraniana sería mínima y que en menos de un mes la capital caería. Pero no fue así. Ucrania resistió, el fuego ucraniano repelió la agresión y el mundo asistió al inicio de una guerra que hoy, tres años después, sigue desangrando al país y marcando un nuevo orden mundial.
Kiev banderas muertos
photo_camera Kiev banderas muertos

El 13 de marzo de 2022, llegué por primera vez a Ucrania, con respeto no con miedo, con ganas de ayudar, junto a mis compañeros de ACCIÓN NORTE, junto a gente maravillosa que no olvidaré jamás por la experiencia vivida y que hoy en día son amigos, de los de para siempre. Nos encontramos con un país con el miedo en el cuerpo con miles de personas que huían despavoridas ante una amenaza segura de muerte y destrucción. Mis 6 chicas eran y son el fiel reflejo de una población atormentada que vivía tranquilamente en Kiev capital de una Ucrania amenazada por un conflicto que era cuestión de poco más de un mes se pensaba, pero ....

Un conflicto de ambiciones imperiales y sufrimiento humano

Esta guerra, la más técnica y controlada de la historia reciente, ha traído consigo la mayor repercusión global desde la Segunda Guerra Mundial. Ucrania se negó a volver a estar sometida al yugo ruso y Zelensky no quiso convertirse en el nuevo títere de Putin. Sin embargo, la realidad actual es demoledora: una Ucrania herida con una generación perdida y un saldo de casi un millón de muertos. En el lado ruso, el panorama tampoco es alentador, con cifras similares de bajas y una sociedad cada vez más desgastada por el conflicto. Las víctimas civiles se cuentan por miles, y la pregunta es inevitable: ¿quién gana en una guerra como esta? La respuesta es clara: nadie.

La geopolítica y el cinismo de las potencias

Tres años después, la situación es desoladora. La reciente cumbre entre Rusia y Estados Unidos, celebrada sin la presencia de Ucrania ni de Europa, evidencia que los grandes actores han decidido mover ficha sin contar con los directamente afectados. Si Rusia, Estados Unidos y el Reino Unido no hubieran interferido en el Donbás y Lugansk hace años, quizá la historia sería otra. Si Putin no hubiera lanzado sus tropas sobre Kiev, aún habría margen para la negociación. Pero después de tres años y miles de muertos, el retorno a la paz parece un espejismo.

Mientras Zelensky sigue pidiendo ayuda hasta en el Polo Norte, Occidente muestra signos de fatiga. Estados Unidos ahora busca resarcirse del dinero invertido, Putin sigue obsesionado con su proyecto imperial, y Europa se mantiene en el limbo, paralizada ante el temor de que cualquier movimiento en falso la arrastre aún más al conflicto. Entre tanto, la población ucraniana sigue pagando el precio más alto, llorando a sus muertos y sobreviviendo a una realidad que los ha convertido en los grandes damnificados.

Una crisis humanitaria de dimensiones históricas

Más de 13 millones de desplazados, con 7 millones de ucranianos exiliados, marcan la mayor crisis migratoria en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Son, en su mayoría, mujeres y niños que han dejado atrás su hogar sin garantías de regresar algún día ya que las huestes de Putin parecen el caballo de Atila, por donde pasa no crece ni la hierba. Las ONG intentan mitigar el sufrimiento, pero el escenario es desolador: trincheras convertidas en ríos de sangre, viudas criando huérfanos y una guerra que parece no tener fin.

Las potencias que en su día inyectaron tecnología, armas y dinero ahora están más preocupadas por recuperar su inversión que por sostener la resistencia ucraniana. Zelensky, que al inicio del conflicto era visto como un símbolo de la lucha, ahora enfrenta una presión creciente, y la pregunta inevitable es: ¿dónde encontrará apoyo? ¿En una Europa que se acobarda cada vez que Estados Unidos estornuda?

La eterna lucha por el poder y la guerra que nunca cambia

El mundo ha cambiado desde la Segunda Guerra Mundial, pero la hipocresía sigue siendo la misma. La utopía de un Occidente defensor de la democracia se ha desmoronado en cuanto el dinero ha entrado en la ecuación. Como dice el refrán, cada perro se lame sus heridas y las de los demás no duelen porque no son suyas.

Mientras el mundo sigue al borde del abismo, los verdaderos beneficiados son los de siempre: los señores de la guerra, los oligarcas y los imperios que ven en el conflicto una oportunidad para expandir su influencia. Da igual que sea Rusia, Estados Unidos o cualquier otra potencia; el resultado siempre es el mismo: muerte, destrucción y generaciones enteras marcadas por el sufrimiento. Actualmente, hay más de 60 conflictos armados activos en el mundo, cada uno con su propia tragedia, pero todos alimentados por el mismo sistema que premia la guerra y castiga la paz.

He estado en Ucrania dos veces en estos tres años, y tengo refugiados viviendo en mi propia casa. He visto el dolor en sus ojos, he escuchado sus historias y me he preguntado una y otra vez cuándo acabará esta barbarie. Y la verdad es que ya no creo en el ser humano. Si seguimos así, este planeta terminará devorado por la ambición y la guerra.

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