viernes. 29.03.2024
Grupo de jóvenes en la peregrinación Javierada. Fotografía: Diócesis de Zamora
Grupo de jóvenes en la peregrinación Javierada. Fotografía: Diócesis de Zamora

Un año más, un grupo de veinte jóvenes zamoranos de entre 16 y 30 años se han puesto en marcha rumbo al Castillo de Javier (Navarra) con un objetivo claro: el encuentro con Dios a través del ejemplo de vida de San Francisco Javier.

El grupo, acompañado por el sacerdote Millán Núñez, inició la peregrinación la tarde del viernes 3 de marzo en Pamplona donde se encontraron con jóvenes de la diócesis de San Sebastián y con los hermanos de Verbum Spei, con quienes compartieron camino durante todo el fin de semana. Tras la cena y una ronda de presentación a través de diferentes juegos culminaron el día rezando juntos.

El sábado iniciaron el día emprendiendo el camino hacia Javier. Inmersos entre valles y montañas verdes se encontraron con la grandeza de Dios en la naturaleza, y así, entre intercambios de sensaciones y conversaciones, cantos y oraciones llegaron a un pequeño pueblo donde hicieron un alto en el camino para compartir la comida y escuchar una breve catequesis sobre la vida de San Francisco Javier, un santo que teniéndolo todo, decidió entregar su vida al Señor. De él se destacó la importancia de la amistad y la cercanía con Dios manifestada a través de las personas, y como ejemplo su amistad con San Ignacio de Loyola.

Por la tarde continuaron el camino, mientras en pequeños grupos se ponían en manos de la Virgen rezando el rosario hasta llegar a Sada, donde fueron recibidos por el Padre Iñigo, párroco del pueblo, que les acoge y mostró la preciosa iglesia de San Vicente, donde celebraron la Eucaristía. Cansados pero felices terminaron el día dando gracias por todo lo vivido a lo largo del día delante del Santísimo en una Hora Santa.

El domingo el despertador sonó muy temprano, y tras ofrecer el día rezando juntos iniciaron la segunda etapa del camino en la oscura noche entre cantos, conversaciones y silencios. La meta era el Castillo de Javier y el Cristo sonriente estaba cada vez más cerca. Y por fin, llegaron a su destino. Tras celebrar la Eucaristía rodeados de cientos de peregrinos llegados de toda España terminaron orando en la capilla en la que el mismo San Francisco Javier aprendió a rezar, una capilla pequeña y humilde en la que se encuentra un crucificado diferente al que estamos acostumbrados a contemplar. Es un Cristo de mirada suave y sonriente que anuncia que el dolor, el sufrimiento y la muerte no tienen la última palabra.

Redacción: Diócesis de Zamora

Una veintena de jóvenes zamoranos llegan a Pamplona en la Peregrinación Javierada