
Decenas de moteros, amigos, familiares y clientes del Numancia, han dado su último adiós a un hombre que dejó un legado de los de vida, rock and roll y cientos de miles de litros de cerveza sanadora que hoy será el líquido con el que brindarán todos los que conocimos a hombre que ya es leyenda.
Grupos de moteros llegados de toda la provincia y región así como de Portugal hicieron sonar sus monturas al paso del féretro donde yacía el hombre de la sonrisa amable y del detalle sencillo que desde 1985 regentaba el bar que cualquier zamorano podría identificar desde hace décadas.
Cientos de personas se agolparon en la puerta de una iglesia en la que no cabía un alma más. Cientos esperaron en la puerta con las motos aparcadas en plena plaza de Cristo Rey dejando un carril de seguridad para las emergencias, todo ello controlado por la policía Municipal tanto en moto como en coche.

El rugido del Numan y los aplausos daban paso a dos coches fúnebres repletos de flores. Una puerta la del bar Numancia que nunca tuvo tanta flor y tanta expresión de respeto y cariño con quien lo cuidaba desde hace 37 años.

Muchos quisieron acompañarlo desde fuera, otros entraron en un Cristo Rey abarrotado de vikingos numantinos, moteros y amigos, familia y conocidos cuya expresión dejaba mudo a cualquiera.
Un trago amargo y no de cerveza purificadora de la que vendía Miguel era el que todos los que hemos estado esta tarde cerca y durante 37 años de solera de un bar hemos tenido que tragar.
Los del Numancia han dejado claro que a la hora de volver no habrá miedo, será en moto, andando o en patinete, dará lo mismo, todos volveremos a recordar esa sonrisa pícara y cariñosa del gran Miguelón, un vikingo en el reino de Odín, un numantino resistente a una Zamora vejada y vaciada que ha tenido en muchas ocasiones que amenizar la música y los conciertos en directo en ese local que a nadie deja impasible. Los del Numancia somos todos, Miguel hoy brindamos por tí, acompañamos a tu familia y te recordaremos hoy aquí y ahora, mañana y siempre.