Los últimos datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación revelan que la provincia de León encabeza los casos de Enfermedad Hemorrágica Epizoótica (EHE) en Castilla y León, con 133 casos registrados en 2024. Zamora, tercera provincia de la comunidad en censo de ganado vacuno, también se encuentra en alerta por la amenaza de la enfermedad, que afecta especialmente a los rumiantes y genera gran preocupación en los ganaderos.
Castilla y León es una región clave en la producción de carne y leche de vacuno en España, siendo este sector estratégico tanto a nivel económico como social y medioambiental. La EHE, detectada por primera vez en España en 2022, ha avanzado rápidamente por toda la península, afectando al ganado bovino en diversas zonas, incluidas las provincias de Zamora y León, debido a la transmisión del virus por mosquitos del género Culicoides. Aunque la enfermedad no es contagiosa, sí ha afectado gravemente a las explotaciones ganaderas, provocando síntomas como fiebre, cojeras, lesiones bucales y, en algunos casos, la muerte de los animales.
Desde julio de 2024, una vacuna inactivada frente al serotipo 8, que es el causante de los brotes en España, está disponible para prevenir la propagación de la EHE. Aunque su aplicación es voluntaria, requiere la prescripción veterinaria, y se espera que facilite el movimiento de animales susceptibles a finales de este año, cuando se espera una modificación legislativa que permita mayores facilidades para el transporte de ganado vacunado.
La enfermedad supone una traba comercial importante para el sector ganadero de la península, afectando las exportaciones intracomunitarias. En respuesta, las autoridades han anunciado nuevas ayudas directas al sector ganadero afectado, con el Gobierno de Castilla y León destinando 10 millones de euros adicionales para paliar los daños económicos sufridos en las explotaciones que no pudieron acogerse a las ayudas de 2023.
Los ganaderos zamoranos siguen en vilo mientras las autoridades sanitarias y veterinarias trabajan para controlar la enfermedad a través de medidas de desinsectación y una estricta vigilancia tanto activa como pasiva, con controles de sangre y seguimientos en las explotaciones afectadas.