El comercio minorista no está obligado a clausurar sus puertas, pero es el daño colateral del cierre de la hostelería. Los pequeños comerciantes calculan que el cierre de bares y restaurantes puede reducir sus ventas en un 40%.
Con la clausura de los bares, el pequeño comercio se resiente con un descenso de visitas y clientes. Los propietarios de Costuras Mercería Creativa, en el barrio de Pinilla, coinciden en que el cierre de la hostelería se traduce en "un menor flujo de gente en las calles y, por tanto, menos ventas". "Somos una tienda de costura y hasta nosotros notamos ese menor flujo de clientes durante el primer confinamiento", aseguran.
"Mucha gente sale a comprar y de paso se toma un café o una tapa. Sin bares, no hay movimiento en la calle. Sales del trabajo y vas a casa", apunta esta pareja de autónomos. Y en ese camino, los ciudadanos no se paran a mirar a escaparates.
De hecho, durante el confinamiento que se decretó en marzo para aplacar la primera ola de la COVID-19, el pequeño comercio vio disminuidas sus ventas en unos porcentajes que dan idea del "hermanamiento" entre hostelería y comercio: las pérdidas se calculan en un 40%, incluso más en aquellos establecimientos ubicados en las calles del centro de la ciudad y aquellos que se engloban en el sector textil.
El pequeño comercio está al borde del precipicio en Zamora y en el resto de España. Las escasas ayudas y la incertidumbre que dejan los ERTEs, que se prolongan hasta enero de 2021, ha hundido aún más a un sector que arrastra la crisis desde el año 2008. Sin embargo, hasta la fecha, el comercio minorista resistía, pero ahora no ha aguantado 6 meses de pandemia.
En España, se calcula que el 10% del pequeño comercio no ha vuelto a abrir sus puertas desde el estado de alarma al reducir su facturación hasta en un 50%.