El flamenco más racial y más puro perfuma la noche zamorana

photo_camera Un momento de la actuación del Cabrero

Zamora vivió anoche su 47 noche flamenca, una noche mágica que conjugó el pasado, presente y futuro del cante por derecho, de la llamada de la sangre y la pervivencia de una cultura única. Una noche de verano al pie de la Catedral que se prolongó hasta pasadas las cuatro de la madrugada mientras las temperaturas descendían y daban una tregua al infierno de calor al que se ve sometida la ciudad desde hace días.

Entre el público, el maestro Andrés Vázquez, el diestro que paseó el nombre de Villalpando por las Plazas de todo el mundo. Presentaba el festival el periodista Celedonio Pérez, quien llamó al escenario al presidente de la Peña Flamenca Amigos del Cante y al artista Antonio Martín Alén, autor del cartel de la presente edición, como preámbulo para la subida al escenario de Amparo Agujetas, miembro de una de las dinastías más señeras del cante, dotada de una hermosa voz, racial, potente,que dio paso al gran representante de la familia, Diego Agujetas, maestro de voz forjada en todos los escenatios del mundo.

Si de lujo era el plantel de cantaores, mezclando veteranía con juventud, el poso con la frescura, al toque estuvieron guitarristas de auténtico lujo como Pascual de Lorca, José Manuel Moneo, Alberto San Miguel y Manuel Herrera, convirtiendo la sonanta en magia para seis cuerdas que ascendia hasta la torre y la cúpula acompañando a la mítica María Vargas y al Cabrero, con su canto y su quejío y la justicia y la denuncia social en unos fandangos sin fin y en la buleria de luz de luna, su sello, y en el olor de la lluvia, cántico a la libertad sin trabas, libertad sin ira con los puños apretados y el corazón en la garganta.

También en el aire la voz de Manolo Simón, que el día antes cantaba y rezaba en la ya tradicional Misa Flamenca en una abarrotada iglesia de San Juan.

El cuadro de baile vino con la familia Juane, con la exqusita bailaora María José Franco y los nietos del Tío Juane, Pedro y Manuel Garrido al cante, con las palmas de Luis Santiago y Juan Peña, que sostuvieron el ritmo y el latido de prácticamente toda la noche entre sus manos. Una noche que se prolongó hasta pasadas las cuatro de la madrugada mientras las temperaturas caían y el eco del flamenco más puro, más jondo, resonaba aún contra las piedras de la Catedral.

Galería de fotos

Comentarios