La Unión Europea avanza hacia una prohibición histórica que afectará a miles de artículos cotidianos presentes en los hogares españoles. El foco está puesto en las sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas, conocidas como PFAS, un grupo de compuestos sintéticos ampliamente utilizados en la industria y ahora señalados como una seria amenaza para la salud humana y el medio ambiente.
Estos compuestos, también llamados “químicos eternos” por su resistencia a degradarse en la naturaleza, están presentes en productos tan comunes como utensilios de cocina antiadherentes, envases alimentarios, ropa impermeable, pinturas o adhesivos. Su capacidad para repeler grasa, agua y calor los ha convertido en esenciales en sectores como el textil, el eléctrico o el alimentario, pero también ha hecho que su presencia se extienda incluso al agua potable, según han advertido varios países europeos.
Ante la acumulación de estudios científicos que relacionan la exposición prolongada a los PFAS con problemas hepáticos y algunos tipos de cáncer, países como Alemania, Dinamarca, Países Bajos, Noruega o Suecia han presionado para una retirada total de estas sustancias del mercado. La Comisión Europea ya trabaja en una regulación que supondría el fin de su uso en productos de consumo, aunque la aplicación de la medida no sería inmediata.
La comisaria europea de Medio Ambiente, Jessika Roswall, ha reconocido que la transición llevará tiempo, tanto para proteger la salud pública como para evitar un impacto desproporcionado en la economía. “Queremos dar margen a las industrias para que se adapten y encuentren alternativas viables”, ha indicado. El objetivo, según Bruselas, es lograr un equilibrio entre la sostenibilidad ambiental y la competitividad del tejido productivo europeo.
