Miserere a la manera Aliste

photo_camera Foto: Rafael Lorenzo

Noche de silencio y penitencia rota solo por el sonido del bombardino, las matracas, un cuarteto de viento y el cántico del Miserere según Aliste. A las doce de la noche las puertas de San Claudio se abrían y la Cruz Guía atravesaba el pórtico del templo. Ciento cincuenta cofrades ataviados con la capa de honras de Aliste y de Alba, salían al frío de la noche iluminando el camino del Cristo del Amparo con un humilde farol de pajar en las manos cuando se cumple el 60 aniversario de su primera salida procesional.

El mundo rural trasladado a las viejas calles de Zamora, entrando en su primer reducto por la cuesta de Pizarro, murallas adentro, haciendo penitencia junto al Duero por la Avenida de Vigo mientras la ciudad se queda pequeña para acoger a los miles de zamoranos que ya han regresado a su tierra y a los turistas que rebosan los hoteles.

La Hermandad de Penitencia ha teñido la noche de lana parda con picados oscuros, de la solemne pobreza de Aliste y Alba en los días de ceremonia, tan sencilla, tan hermosa. Con una capa parda por hábito, los cofrades del Cristo del Amparo le han acompañado en una noche fría en la que la llama de sus velas ponía luz y calor en las calles mientras la gente se apretaba en las aceras, especialmente a su paso por el arco de San Ildefonso, donde tiene lugar el rezo del Vía Crucis o en la Puerta del Obispo, donde los cargadores han de esforzarse para que no roce la imagen contra la piedra.

Si por la tarde pasaba Cristo en majestad, imponente, la noche del Miércoles es para un Crucificado de humilde factura pero de rostro bello y sereno; el Cristo de Olivares, el del Amparo, el que tiene una calavera y un manojo de cardos a sus pies, la sencilla ofrenda de una tierra sencilla.

La triste salmodia del bombardino sonaba como un lamento por la ciudad en la noche de las Tinieblas mientras la matraca rompía el cielo en el que ya brilla la luna llena de la Pasión. Un cuarteto de viento anunciaba el paso por las calles del Crucificado en su 60 salida procesional desde que atravesó por vez primera la puerta de San Claudio de Olivares y prestó una identidad especial a la noche del Miércoles Santo.

Ya contra la madrugada, a pesar del frío, los zamoranos quisieron esperarlo en su regreso al barrio como si fuese una placita de pueblo con su crucero, sus casas bajas, su templo y sus vecinos, que han forjado su caracter y hospitalidad junto a las Aceñas y el rumor dulce del Duero.Todo confliye allí, junto a Cristo: la emoción de los que por primera vez lucieron sus capas, la eterna ausencia de quienes cantan al otro lado de la vida, la estrofa sencilla de la penitencia a la manera de Aliste.

Y en el aire quedaba prendido el eco de un Miserere, el cántico del perdón y la misericordia en el año de la Misericordia: "Ten mi Dios, mi bien, mi amor, misericordia de mí".

 Galería de imágenes: Fco Colmenero

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