La Banda de Música de Zamora cambia el formato de su tradicional concierto de Semana Santa por un espectáculo audiovisual que integra diversos elementos de las cofradías.
Una hora y media, no más. Una hora y media ha bastado para resumir el torrente de sensaciones, sonidos y emociones de la Semana Santa zamorana narrada a través de la música por la Banda de Zamora, que este año ha apostado por un formato novedoso para su tradicional concierto de marchas fúnebres en el que han introducido polifonía, elementos de varias cofradías, vídeos de Pablo Alonso y pequeños textos de Sara Pérez Tamames. El resultado, un paseo por la Pasión y las emociones de los zamoranos.
Las esquilas del Barandales del Vía Crucis anunciaban el traslado procesional del Mozo desde San Frontis hasta la Catedral mientras la Banda interpretaba 'Nazareno de San Frontis', la marcha de Carlos Cerveró que abre ya tradicionalmente la Semana Santa en Zamora mientras el Jesús del Vía Crucis camina junto al Duero, para trasladarnos después hasta el atrio de la Catedral donde un coro entona el Christus Factus Est de Miguel Manzano en honor del Cristo del Esíritu Santo.
Como si fuese Sábado de Pasión los metales de la Banda recrearon la música del cuarteto de Luz y Vida, compuesta por José Ignacio Petit, para acudir al cementerio a entonar el "De Profundis" y esperar a La Borriquita con 'Cordero de Dios'. Para ilustrar el Lunes, nada mejor que los acordes de 'Mater Mea' o la emoción de 'La Muerte no es el Final', que es un himno de vida y de esperanza cuando cae la noche del Lunes Santo en la Plaza Mayor.
No podía faltar el ese recorrido por la Semana Santa el 'Oh Jerusalén" en Santa Lucía ante el Cristo de la Buena Muerte, o el paso elegante del Nazareno del Martes Santo con 'Crucifixión', de Jaime Gutiérrez, para después acudir hasta La Horta donde los redobles de los tambores de las Siete Palabras marcan el inicio y el final de la procesión.
El sonido de los clarines y la tensa emoción del violonchelo de Jaime Rapado interpretando la música de Enrique Satué saludaron el paso del Cristo de las Injurias mientras el coro interpretaba el Miserere Alistano para cerrar la noche en San Claudio de Olivares. Y amaneció luminoso el Jueves con 'La Esperanza' de Carlos Cerveró mientras la Virgen subía Balborraz, antes de que en la puerta del Museo sonase La Cruz o Getsemaní por las viejas rúas de Zamora entre miles de túnicas de terciopelo morado y el esfuerzo de los cargadores.
Y así caía la noche del Jueves, ya en Viriato, cuando el cántico se hace oración ante Cristo Yacente, para que el Merlú y Tahlberg rompiesen la madrugada en San Juan o para dar paso al solemne paso del Santo Entierro con los acordes de Chopin y 'Mektub' y saludar a la Madre, Nuestra Madre, con la preciosa marcha que Pedro Hernández Garriga le compusiera.
No podía ser otra. Con 'El Dolor de una Madre' aparecía en la puerta de San Juan la dulce Virgen de la Soledad, para cerrar con alegría y gozo el Domingo de Resurrección. Olor a incienso en el patio de butacas, rumores de barandales, redobles de tambores... y en las retinas las imágenes que vemos desfilar cada Pasión sobre los hombros de los zamoranos, introducidas por breves textos de Sara Pérez Tamames.
El alcalde de Zamora, Francisco Guarido, dio la bienvenida a los nuevos músicos de la Banda, a la que agradeció su trabajo y su dedicación. Y la sorpresa vino de la mano de David Rivas, que estrenó en Zamora la marcha que ha dedicado al paso 'La Conducción al Sepulcro', de la Real Cofradía del Santo Entierro, una marcha triunfal que seguro aligerará el peso sobre los hombros de los hermanos de paso, que aplaudieron entusiasmados y agradecidos al compositor.
Tras agradecer a todas las cofradías su colaboración, la Banda de Zamora despidió su paseo por la Pasión con 'Los Clavos', de Antonio Pedrero, compuesta para el centenario de la imagen. Y así caía el telón como se cierran las puertas del Museo y de los templos cuando se acaba la procesión, cuando florecen las varas en la puerta de La Horta.
No es solo la Pasión segúnla BMZ. El concierto de ayer (que se repite el dìa 12) es más que eso: es la pasión con la que viven los músicos los días santos, siempre en pie, caminando tras las imágenes de devoción, marcándoles el paso, destrozándose los dedos y los labios y robándole horas al sueño, pero llenos de ilusión, de vida y de alegría porque son herederos y trasmisores de una Semana Santa escrita en pentagramas y en latidos. Y eso es lo que hace grande a la Banda de Zamora, un corazón latiendo en cada procesión.
Nos vemos en las calles.
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