El Cristo de la Buena Muerte marca la diferencia en las calles de Zamora. Es una de las imágenes más singulares al ser la única que procesiona inclinada. Esta escultura de madera policromada representa a Cristo crucificado y su historia se remonta al año 1855, según el primer documento que hace mención de su existencia.
A lo largo de los años, esta icónica imagen ha sido objeto de diversos traslados y restauraciones. En 1945, encontró su emplazamiento actual, pero su estado de conservación lamentable requirió intervenciones periódicas para su preservación. Aunque la autoría de la talla ha generado debate, se atribuye su creación a Gaspar Becerra, destacado escultor renacentista.
Lo que hace verdaderamente especial al Cristo de la Buena Muerte es la forma en que es procesionado. A diferencia de otras imágenes que son llevadas sobre una mesa, esta escultura es transportada en sencillas andas diseñadas para ser cargadas por ocho hermanos, manteniendo una inclinación de unos 35 grados. Es precisamente este detalle único el que confiere un aura de solemnidad y devoción a su paso, capturando la atención y el respeto de quienes presencian su procesión.
Su carga a hombros no solo es un acto de fe, sino también un símbolo de respeto y devoción hacia una figura que trasciende el tiempo y el espacio, inspirando a generaciones con su mensaje de redención y esperanza.