Los mayores, los que aún quedan en la provincia en pueblos como Viñuela de Sayago siguen clamando por la ayuda, por que no se les olvide, porque se le asfalten sus calles, y porque no solo en elecciones vean pasar las caravanas de políticos para pedirles el voto. Pedir sin dar nada a cambio ahora y en Sayago ya es una realidad.
La comarca de Sayago no solo pide políticas de apoyo para que la bendita Sanidad Pública deje de ser lo mejor que inventó el sistema de un país que ha sido ejemplo en el cuidado de la salud, pero ahora olvida a los que se resisten a abandonar los pueblos.
Infraestructuras, bomberos profesionales, sanidad y educación a la altura de lo necesario es lo que piden estos "abuelos" en sus pueblos. Nietos sorprendidos por el abandono intentan también apoyar desde sus lugares de residencia a los que visitan en verano, y ahora si conocen la realidad de forma cruda y en directo.
De nada sirve que sigamos pidiendo cambios si no vemos la realidad de nuestros pueblos. Falta agua cuando la población se dobla, faltan infraestructuras, médicos, bomberos, lugares donde reunirse y sobre todo falta voluntad política, porque como se decía en Roma "alea jacta est"
No solo el estado español o la UE pueden apoyar estos núcleos de población, no vale lamentarse sino que vale el gasto público y la inversión en nuevos proyectos y fuentes de empleo, vale cuidar del granero de España del Sayago profundo, del Aliste cansado, de la Sanabria de solo verano....
En la provincia de Zamora y concretamente en Sayago y en Tábara se siguen manifestando semanalmente decenas de personas para solicitar a la JCYL una salida a una sanidad pública que no funciona.
Se ha pedido una fiscalidad diferenciada, fue UPL la primera formación política que la pidió para Zamora y provincia hace casi dos décadas, pero ahora vuelve a estar de moda, una moda que sin un todos a una no sirve de nada.
La historia de un pueblo hay que conocerla ya que si no la conoces vuelves a caer en los mismos errores. Zamora dejó ir a los jóvenes, dejó ir a los que podían dar un futuro, y ahora el arrepentimiento no tiene solución.
La pandemia hizo que muchos retornaran a sus lugares de origen, a sus pueblos, a sus pedanías sin supermercados, sin farmacias, sin bares para recordar como se podía pasear entre castaños o encinas, como se podía disfrutar de la vida sin estrés, sin televisión, sin internet o simplemente dándose cuenta de que hay otra forma de vivir el presente sabiendo que el futuro siempre es incierto.
La provincia en vacaciones suena a niños en casa de abuelos, a jóvenes buscando las discomóviles y los festejos en localidades cercanas, la provincia se llena en verano para volver a vaciarse en otoño y volver a ver a los abuelos en las calles, cruzando un buenos días con los cuatro o cinco que quedan y que se resisten a dejar ese paraíso que en la ciudad se anhela pero que no acaba de ser decisión para el retorno.
Reescribiremos la historia de nuevo, estaremos espectantes ante las políticas de la Diputación, de la JCYL, del Estado Español, y la UE, pero tras 30 años de promesas no sirve ni una más, sirve solo la actuación.