
Comenzó la jornada a las 10:30 con la acogida de los sacerdotes en el Seminario, un espacio que desde hace meses está conveniado con el ayuntamiento de la ciudad para uso social y que la diócesis se reserva en parte para actividades pastorales.
A las 11:00 horas en la capilla del seminario se celebró la solemne eucaristía presidida por el obispo, Fernando Valera, y concelebrada por el arzobispo emérito de Zaragoza, Vicente Jiménez Zamora, el obispo emérito de Cimbote, Francisco Simón, y cerca de un centenar de sacerdotes diocesanos. En la celebración se homenajeaba a D. Lorenzo Villar, que celebraba sus 75 años de ministerio, D. Tomas Calero y Marcelino De Dios, que celebraban los 60 años de ministerio, a D. Antonio Pilo Calero y Monseñor Francisco Simón, obispo emérito de Chimbote, que celebraban los 50 años de ministerio sacerdotal.
Monseñor Valera en su homilía subrayó la alegría de celebrar esta jornada rodeado del presbiterio del que es obispo y les dijo a los sacerdotes “sois rostros, estilos, formas distintas, pero en un mismo Espíritu: el que habéis recibido en la ordenación de presbíteros, un Espíritu de Comunión, de Santificación, de Amor. El Espíritu que nos introduce en el corazón sacerdotal de Cristo”.
Los presbíteros, continuó el obispo, sois “hombres apasionados por Jesús, capaces de fascinar a esta sociedad de Zamora, para cautivarla con la belleza del amor, para indicarle la entrega de la libertad de amar. Sembradores humildes y confiados de la verdad”. Quiso Valera Sánchez abundar en la condición de discípulos de los sacerdotes, llamados por el Señor a estar con Él, a seguirlo y a convertirse en misioneros del Evangelio. Su tarea es vivir una relación profunda con Dios que transforma su existencia para ser testimonio de su amor en el mundo.
Invitó a que los sacerdotes salgan para encontrarse con la gente, a “las periferias, en la puerta de nuestras parroquias y casas”, tal y como el papa Francisco afirmó: “las periferias existenciales que viven en el corazón de las personas con las que convivimos, pues sus valores humanos y cristianos se les han alejado de los afectos del corazón y hay que caminar a su lado, paciente y humildemente para acompañarlos en su regreso a la casa del Padre, de la que están desterrados aunque parezcan cercanos, y para avanzar con ellos hacia las esperanzas del reino”.
Apeló el obispo a mantener la unidad del presbiterio en la diferencia y a buscar la “conversión del corazón, conversión interior. Camino espiritual de amistad, de fraternidad y de comunión”. Terminó su homilía dando gracias a todos los presentes, especialmente a los que celebran sus aniversarios sacerdotales. La vida entregada, las luchas diarias y el servicio al santo pueblo de Dios que camina en Zamora, dijo Fernando Valera, son razones suficientes para que “me sienta agradecido y orgulloso de ser vuestro obispo”.
Al finalizar la celebración, el gerente de la diócesis, José Manuel Chillón, tomó la palabra para explicar a los presentes la situación del Seminario que, en síntesis, responde al nuevo tiempo que se está viviendo en la diócesis, con voluntad de poner en valor el patrimonio al servicio del bien común y de la sostenibilidad de la diócesis.
En este sentido, el gerente agradeció al Ayuntamiento de Toro en la persona de su alcalde, Tomás del Bien, su disponibilidad para conveniar el uso de la casa compartido, un acuerdo que ha servido para adecentarla y abrirla a la ciudad, acoger más de una decena de asociaciones y convertirla en un espacio de encuentro para los jóvenes que participan en el nuevo plan de ocio juvenil de Toro.
Después de una visita a las instalaciones que evocó grandes recuerdos para los sacerdotes, la jornada continuó con una conferencia del arzobispo emérito de Zaragoza titulada “El sacerdote, animador de la sinodalidad” donde Vicente Jiménez Zamora afirmó que estamos en un horizonte nuevo donde debemos escuchar al Espíritu para intuir los caminos que se nos abren a futuro. Invitó a que los sacerdotes se pongan en marcha para afrontar un cambio de época, de manera tranquila, paso a paso, pero sin desfallecer.
Uno de los retos es articular la vocación de todos los cristianos para evangelizar, para llevar a Dios a todos los hombres. Jiménez Zamora llamó a la conversión pastoral de todos los bautizados para una salida misionera y, en palabras del papa Francisco, dijo “no tengan miedo de patear las calles y de tocar las heridas de la gente”. Llamó el arzobispo emérito a dialogar con todos los agentes sociales y políticos, a abrirse a todos, pero sin vivir a remolque de los poderes seculares porque la Iglesia debe confrontar su propuesta al mundo y testimoniar el amor de Cristo, especialmente con los más necesitados.