Las necesidades de agua en el valle del río Negro durante el verano son muy superiores a la disponibilidad que existe. Esto es una realidad repetida los últimos años, y aun a pesar de la pérdida neta de habitantes que viven en sus riberas la demanda de julio y agosto supera la disponibilidad del medio natural, sumando aguas superficiales en los cauces y subterráneas en los manantiales y niveles freáticos más profundos, con la llegada de los veraneantes.
En los últimos años se ha documentado el secado completo de los cauces de la red hidrográfica de la cuenca del río Negro en grandes extensiones y durante un largo periodo. Además, el proceso tiene tendencia creciente, y el máximo conocido, por el momento, se produjo en la sequía de 2022. Registros nunca vistos de temperaturas máximas, mínimas nocturnas en el aire y en el agua, y largas semanas sin precipitaciones llenaron noticieros e informativos de todas las provincias de España con las sucesivas “olas de calor”.
El río Negro en julio, agosto y septiembre de 2022 permaneció totalmente seco en su cauce principal al menos en 9 km. La estación de medida de caudales de Sta. Eulalia de Rionegro marcó valores nulos durante casi 2 meses (entre el 16 de julio y el 10 de septiembre). Un sistema hidrográfico que era considerado de flujo permanente hasta hace poco, al igual que algunos de sus tributarios por la margen izquierda. Y lo peor es que las previsiones son de que la longitud que se deseca en el eje principal será cada vez mayor, sobre todo si no se ponen medidas preventivas y no se dispone de un plan de emergencias previsto para ejecutarse en el momento en el que las existencias bajen de un determinado umbral.
Dado que los aportes serán menores debido al patrón de escasas precipitaciones de lluvia y nieve que nos impone el cambio climático, y que además las demandas en los pueblos son cada vez mayores debido a los malos hábitos de consumo que existen especialmente en el verano (derroche domiciliario, consumos absurdos en huertos o jardines, o malos hábitos de vida urbanos no integrados en las necesidades ribereñas) y a la masificación turística (campamentos y visitantes de verano o de fin de semana), los balances de entrada y salida no pueden cuadrar. Se pretende utilizar más agua de la que los recursos naturales pueden proveer en esos meses, ya que acusan agotamiento debido a una sequía casi cronificada.
Prever la sequía
Con los últimos datos publicados por AEMET sobre las condiciones cálidas (anomalía de +0,8ºC respecto a la media) y normales de humedad (103% de la precipitación habitual) de este invierno en España y los datos del boletín de balance climático del último otoño (“2022 es el año más cálido y uno de los más secos de la serie histórica en España” se titula) en que se expone que las lluvias quedaron un 24% por debajo de lo normal y la temperatura fue 1,6ºC más elevada que la media peninsular en la serie histórica desde 1961, la tendencia a la sequía meteorológica parece enquistarse. Además, el trimestre comprendido por septiembre a noviembre de 2022 registró una anomalía de +2ºC, por lo que es el más cálido jamás registrado. Una situación de sequía prolongada hasta que llegaron las lluvias de diciembre (10% superiores a lo habitual), que no fueron suficientemente generosas.
Es posible hacer un ejercicio de extrapolación sobre lo que podría ocurrir este verano a partir de los registros históricos de caudal en el río Negro, con una serie disponible de 21 años. Los años hidrológicos “húmedos” fluyen más de 200 Hm3, mientras que los “muy secos “el valor es siempre muy inferior a 100 Hm3. Pero el reparto no es ni mucho menos similar todos los meses.
En los años muy secos los caudales acumulados en mayo suponen más del 91% del total anual (en torno a 52 Hm3); sin embargo, en mayo de 2022 solamente habían pasado 20,7 Hm3, lo que vino a suponer el 89,1% del total. Es decir, dos meses antes del momento más crítico de la sequía es posible anticipar que acontecerá un evento de estiaje extremo que impedirá mantener como único suministrador de agua al río y su freático. Por lo tanto, estar atentos a los datos nos podría disponer las medidas necesarias para implementar un suministro alternativo a tiempo y no sacrificar el ecosistema drenándolo para el abastecimiento desde la superficie y en sus reservas subterráneas.
Malas previsiones
La previsión más plausible con estas condiciones en déficit heredadas de 2022 y los valores que ya han fluido hasta finales de febrero indican que 2022/23 probablemente sea “seco” gracias a los datos de diciembre y enero. Se han superado ya los umbrales de año “muy seco” aunque la aportación final no será muy superior a 100 Hm3. Esto es lo más frecuente, según se puede analizar de la serie histórica de caudales en la estación de Sta. Eulalia (CHD EA113) donde se han sucedido 9 años muy secos, otros 6 años secos (entre 100 y 200 Hm3/año); y un total de otros 6 años con caudales de año húmedo. Mientras que 2021/22 marcó un nivel récord a la baja en la categoría de “muy seco” con menos de 24 Hm3.
Además, las previsiones meteorológicas no son buenas; parece que se avecina una primavera y verano muy secos. Aunque los datos no sean tan extremadamente negativos como en 2022 pondrán de nuevo en jaque al ecosistema. Siempre y cuando las extracciones para consumo no aumenten, porque entonces el escenario natural no será buen indicador.
Soluciones a corto plazo
Las soluciones a corto plazo deben ser variadas y transversales a todo el ciclo del agua en la cuenca. Cabría pensar en almacenar más en la época de abundancia, con nuevos depósitos más grandes, pero esto no sería más que un parche y no serviría para pasar los veranos dramáticos que se avecinan. En consecuencia, las soluciones deben ir encaminadas a rebajar la demanda urbana del agua, a consumir menos en los domicilios, hacer un consumo más inteligente priorizando las necesidades y afrontar las carencias con mayor eficiencia. Por el contrario, hasta ahora se ha pretendido satisfacer las demandas municipales siempre con más extracción de agua, nuevos pozos de sondeo, desde el propio río o desde los recursos subterráneos que pertenecen asimismo a la misma unidad hidrológica del río Negro.
Habría una alternativa que podría basarse en la recarga del río Negro con agua procedente de un sistema donante en los momentos de estrés y antes de llegar a la catástrofe ecológica que supone la sequía completa del cauce. Este sistema donante del agua debería ser el Tera; bien desde las zonas de cabecera bien desde los embalses de Cernadilla o Valparaíso un pequeño caudal trasvasado de agua de calidad (1-2 m3/s) en los momentos necesarios podría ser la salvación del ecosistema. A más largo plazo toda la cuenca debería aumentar su resiliencia a partir de que las partes más altas fueran capaces de absorber y retener más agua en las épocas húmedas del año, un plan basado en una mayor reforestación y recarga de acuíferos.
Además de tener previstas las existencias en un modelo de máxima verosimilitud climática hay que trabajar en otra línea prioritaria para la economía del recurso en estos momentos de pertinaz grave. Se debe desarrollar un programa de comunicación y divulgación que adviertan a los ciudadanos ribereños y a los visitantes temporales de lo valioso que es este recurso, y de lo estratégico que es para todos. Por ello, debería ser prioritario economizar en el uso doméstico y aplicar buenas prácticas al consumo de agua. También de que su uso debe ser debidamente tarificado y abonado para que el consumidor sea consciente de la importancia que tiene; incluso llegando a las medidas coercitivas de las restricciones. No podemos seguir cavando pozos todos los veranos para sacar más y más agua. ¡Caramba, no la hay! se trata de un recurso limitado por las condiciones meteorológicas. Y lo peor es que lo va a seguir siendo cada vez más. Matar el funcionamiento del río es matar la gallina de los huevos de oro.
A mayores hay que disponer un programa de adaptación a la escasez del recurso que permita reducir la ratio por habitante, así como reusar todo el agua posible después de su primer uso. El uso de las aguas recicladas para todo lo que no tenga que ver con lo sanitario es una de las mejores opciones, y no se ha desarrollado en absoluto. También es necesario no verter al río el agua sin depurar y en unas condiciones no aptas para el ecosistema y que no son asumibles por las comunidades biológicas que viven dentro. En este asunto llevamos décadas de retraso sobre lo que eran obligaciones administrativas para con la Unión Europea. No existe ni un solo sistema de depuración urbana en toda la cuenca del río Negro; y eso a pesar de que es una de las presiones más importantes tal y como se viene denunciando desde hace muchos años en comunicaciones, publicaciones y memorias de proyectos.
Es muy triste ver que, aunque hay soluciones y son posibles, nadie se ha puesto a trabajar a tiempo y en la dirección adecuada, sin dudar de cuál es la prioridad. Abusar del agua no es una prioridad, ni un derecho, ni tampoco es tener más libertad; es llanamente una atrocidad insostenible que las administraciones responsables de salvaguardar el interés público no deben permitir. Municipios de la ribera del Negro y Diputación de Zamora, por un lado, y Junta de Castilla y León y Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico por otro deben afrontar la tarea con extrema urgencia y en coordinación máxima para emplear los recursos que sean necesarios en salvar el ecosistema del río Negro.
El verano ya está ahí, el sol nos lo recuerda todas las tardes con su insoportable intensidad. El río Negro se volverá a secar en 2023 y su ecosistema no resistirá esta presión varios años seguidos y morirá. Tendremos que asumir que perderemos sus elementos biológicos y sus servicios ecosistémicos y culturales. Y con ello, uno de los máximos valores naturales que distinguen a esta provincia.