Con la llegada del Año Nuevo, las tranquilas calles de Riofrío de Aliste, Sarracín de Aliste, Abejera y Montamarta se transforman en el escenario de ancestrales mascaradas, llenas de ritos mágicos y tradiciones que atraviesan los siglos, marcando el comienzo de un nuevo ciclo y celebrando la riqueza cultural de la provincia de Zamora.
En Riofrío de Aliste, el primer día del año se convierte en un despliegue teatral único con ‘los Carochos’, envueltos en humo y profiriendo grandes gritos, es tan espectacular como su vestimenta. Por la mañana, tienen lugar las dos primeras peleas y la petición de aguinaldo. Después de una pausa para comer, la celebración se prolonga durante toda la tarde. Especial importancia tienen los vecinos del pueblo y los espectadores, que se implican en la mascarada como parte de ella. La fiesta está declarada de Interés Turístico Internacional.

A cuatro kilómetros, en Sarracín de Aliste, los ‘Diablos’ emergen el 1 de enero, vistiendo trajes negros y portando máscaras de corcho, tenazas, cencerros y varas. Aunque los diablos son los personajes principales, en la mascarada participan además la Filandorra y Rullón, el Ciego y el Molacillo, la Madama y el Galán, más dos Pobres del Saco.

Por su parte, en Abejera, la festividad toma forma con Los ‘Cencerrones’, encabezados por el Cencerrón y la Filandorra, quienes hacen resonar cencerros atados a la cintura. La lucha y las embestidas se entrelazan con la ceniza arrojada en una danza que simboliza el enfrentamiento de fuerzas opuestas, un ritual que conecta con la esencia misma de la celebración.

Montamarta se viste de colores vivos y diabólicos con la llegada del’ Zangarrón’, un personaje emblemático que azota las calles con un tridente. Dos jóvenes seleccionados de entre los quintos de cada año tienen el honor de interpretar el papel de Zangarrón en Año Nuevo y el día de Reyes. La fiesta comienza en la madrugada, cuando los jóvenes buscan al Zangarrón y se inicia el laborioso rito de vestirlo.

Estas mascaradas no son simplemente representaciones teatrales; son la memoria viva de la Zamora mágica, una conexión con las raíces y la identidad de la región. Las máscaras y los vistosos trajes se convierten en un tesoro que se transmite con orgullo de padres a hijos, representando el ciclo de la vida a lo largo de los siglos.