Aunque no es estrictamente un 'sin techo' sí cumple todos los requisitos para ser considerado un excluido de la sociedad y por ello este zamorano que ha pasado por el calvario de las drogas y la cárcer reivindica una segunda oportunidad para quienes por diversas circunstancias han entrado en la senda de la marginalidad.
El caso de Guillermo Mangas es uno más de los 1.600 que sólo este año ha tratado Cáritas Diocesana a través del centro de acogida de transeúntes e indomiciliados Madre Bonifacia. Con motivo de la celebración hoy del día de las personas sin hogar, la organización humanitaria ha querido poner cara a los excluidos, que por primera vez protagonizaron ayer un acto público para reivindicar sus derechos como personas.
Guillermo Mangas, de 48 años, no conoce lo que es levantarse todas las mañanas para ir a trabajar ya que a lo largo de su vida únicamente ha tenido trabajos esporádicos y lleva seis años apuntado al paro sin que ni siquiera le hayan hecho una sola entrevista laboral en ese tiempo.
Hace unos años perdió tanto peso que los servicios sociales, alarmados, le pusieron en contacto con Cáritas y desde entonces al menos tiene asegurado un plato de comida caliente en el centro de acogida Madre Bonifacia. Casa no le falta gracias a una herencia familiar, aunque su vivienda reúne condiciones mínimas de habitabilidad.
Como excluido social indica que no sólo se le cierran puertas sino que incluso, en servicios públicos como ir a la consulta del médico siente que en ocasiones "me miran con cierto recelo".
El mundo de las drogas le condujo a la cárcel aunque en la actualidad ya ha saldado deudas con la justicia y ha dejado el consumo de estupefacientes, pese a que el tratamiento sustitutivo de metadona todavía no lo ha abandonado del todo. "LLevo 20 años tomándola pero ahora me siento con fuerzas para prescindir de la metadona", declara.
Junto a otros zamoranos que se encuentran en situaciones parecidas, Guillermo Mangas pide que no se le estigmatice ni se le discrimine por estar en situación de exclusión y anima a los ciudadanos de a pie a acercarse a las instituciones que les ayudan para aportar trabajo voluntario o una ayuda económica.
En un manifiesto conjunto, Guillermo y sus compañeros que reciben apoyo de Cáritas reconocen que su proceso de recuperación es "muy complejo" y requiere que alguien "esté a nuestro lado, acompañándonos, confiando en nuestras capacidades y fomentando un espacio de afecto y calor que se irradie al resto de la sociedad".