Así fue, era, y seguirá siendo. Un acontecimiento en cualquier familia de pueblo de cualquiera de las comarcas zamoranas, un día en el que todos están dispuestos echar una mano y no solo al cuello del pobre marrano que proporcionará suculentas viandas en los días posteriores a la matanza y durante todo el año sino al vecino que le haga falta, aunque los tiempos de pandemia también han cambiado hasta esto.
Aliste, siete de la mañana de un Puente de la Constitución que en este caso une a una familia de no más de seis personas y que entre todos ellos realizan el acto de la matanza. Tiempos de no acercarse entre vecinos pero que irremediablemente la cercanía y los años de tradición además de la solidaridad no pueden con la tradición y alguna mano se echa, eso si desinfectada por ese gel hidroalcóholico que también llegó a las casas de nuestros abuelos.
La palabra "matanza" utilizada en el pueblo, en cualquiera de nuestra provincia, y que sabemos que lleva a generar repulsa en ciertos ambientes , claro está que no es en el de los pueblos de Zamora, y en el de miles de localidades españolas que siguen realizando esta tradición artesanal y familiar que dan un especial sentido a un día de frío, necesariamente y sin niebla si es posible, que sino luego como dicen los mayores se estropean los chorizos.
Muy temprano arranca una jornada en la que el día anterior ya se ha preparado todo y que se ha anunciado previamente a vecinos y amigos, "mañana de matanza".
La capacidad de reunión y de puesta en común y de ayuda de este acontecimiento es junto con la llamada a fuego una de las más importantes de nuestra provincia, hacer la matanza supone la ayuda incondicional de los vecinos y amigos, este año son menos nos cuentan.
Ha de hacer frío como el de estas jornadas que nos mantienen alerta en esta semana, días de asueto para muchos y vacaciones y puente, y de trabajo en casa para otros, con esta particular manera de aprovechar todo de un animal, del que se aprovecha casi todo su cuerpo y del que nos gustan hasta los andares se dice.
Después del madrugón los mayores siempre dieron cuenta de su experiencia y llegada la hora del marrano todo el mundo se pone manos a la obra.
Tras el acto de la muerte del cochino todo es ajetreo y cada uno mantiene su puesto en la zona de matanza. Hay quien prepara la lumbre y llena de paja el lugar para eliminar el pelo del animal, otros ya preparan las arquetas en las que se va despiezando el gorrino y otras en este caso la tradición es de las mujeres avían las mezclas para ir condimentando tanto la chanfaina como las posteriores chichas que son la delicia del día aunque en muchas casas se aguanta la confección de los chorizos para el día siguiente puesto que han de pasar un día oreándose la carne, y por tanto ni chichas ni chorizo hasta el día siguiente nada de nada.
El día de la matanza es día de comida en familia también y con las partes más nobles del animal se hacían tanto los revueltos de sesos como los chicharrones en algún caso y dependiendo de la zona así como los asados de las primeras pancetas, o de los cuartos de aguja o lomos.
De todas formas ahora en la tarde ya era momento de tras picar las primeras carnes haber tenido las tripas lavando ( antes se hacía a orillas de los ríos o arroyos) se empezaban a mezclar las carnes con parte de la grasa y el despiece se hacía efectivo casi en su totalidad, el adobo en función de las zonas y los pesos también, con más o menos sal y más o menos pimentón....Con la vejiga la zambomba, con el rabo un especial asado para los más pequeños y con todo lo demás un festival de tradiciones que llevan a que este día sea uno de los grandes del año.
"Eres más grande que el día de la matanza", si se lo llaman no se ofendan, es que realmente es usted un grande. Y no se asusten pro las imágenes ni se ofendan puesto que del cerdo hemos comido todos todo, sea en directo o en alguno de sus partes de las que hay trazas hasta en los caldos de pollo, o en las prendas de vestir. Con el cerdo se hacen mundos en cientos de sectores industriales.