Luis Sánchez Oterino ha regentado durante años un local de copas y música en directo. En la actualidad, por la situación sanitaria, está “en excedencia” aunque trabajando en un proyecto cultural que la pandemia paralizó.
Ha compaginado siempre su faceta de ilustrador al servicio de diferentes movimientos sociales, con colaboraciones escritas en medios independientes, prensa alternativa y fanzines.
En los años 90 cofundó la revista satírica “El Candirú”, que llegó a aparecer como una de los fanzines imprescindibles en la famosa revista Ajoblanco. En 2008 publicó el libro “Sí pasó algo”, "donde narro y analizo en forma de crónica los acontecimientos vividos durante los años álgidos del movimiento de insumisión al servicio militar de los 80 y 90".
"Fue un inédito movimiento masivo de desobediencia civil, que acabó con muchos jóvenes entre rejas y otros exiliados, pero que también contribuyó de manera decisiva al fin del servicio militar obligatorio", apunta este zamorano, que el pasado 16 de abril presentó su nuevo libro en La Alhóndiga. "Un libro que ha nacido casi sin querer", en palabras de su propio autor.
-¿Cómo ha vivido el confinamiento de este último año?
-Pues, como reza el título de la obra, cercado en la bien cercada. Creo que todos hemos compartido sentimientos y reacciones similares: el miedo, la incertidumbre...Hemos pasado (estamos pasando) por una experiencia para la que, como sociedad, no estábamos preparados.
-¿Ha echado algo de menos o de más?
-He echado de menos el contacto directo con los seres queridos, familia, amigos, el poder viajar (que es uno de mis mayores placeres) a mi madre, a mi hija. Y he echado de más muchas de las situaciones vividas, el confrontamiento político ante un hecho de tal gravedad, el surgir del lado más asqueroso de una parte de la sociedad, el egoísmo de algunos vecindarios que pretendían expulsar del edificio a una chica por trabajar de cajera en un supermercado y tener que mantener contacto con la gente, o el señalamiento, precisamente a los que estaban salvando vidas por el miedo a infectarse. La aparición de los policías de balcón, siempre dispuestos a señalar y acusar. El aumento del fenómeno “cuñado” y la aparición de los “aposterioristas”. Los que declaraban al principio de la crisis que no había que cerrar nada en pro de la economía, para al paso de poco tiempo, acusar al Gobierno de haber actuado tarde, y otra vez al poco, pedir el fin del confinamiento por considerarlo excesivo, cuando se superaban las 800 muertes diarias. La instauración de un sistema policial, que en ocasiones se excedía en sus funciones. A los “Cayetanos”, pidiendo libertad desde su descapotable. Al que golpeaba en pleno barrio de Salamanca, en Madrid, una señal con su palo de golf, vitoreado por “niños bien” envueltos en la bandera patria, que querían poder ir de cena a su restaurante preferido con Estrella Michelín, mientras denunciaban la “represión” a pocos kilómetros de Aluche, donde día a día se hacían más largas las vergonzosas colas del hambre. Eso lo he echado mucho de más. Dicen que en los momentos duros es cuando surge lo mejor y lo peor de cada uno, y eso hemos vivido.
-¿Qué no cambiaría por la nueva normalidad?
-La libertad individual, que también está en juego, porque la situación se ha aprovechado y se va a hacer aún más, para aumentar el control sobre el individuo y con ello, recortar una vez más las libertades civiles. No es virus todo lo que reluce y tengo la sensación de que cosas que son verdades las están convirtiendo en mentiras y viceversa. Rechazo totalmente la visión de los negacionistas, pero ante algunos hechos concretos o decisiones tampoco me puedo sentir “afirmativista”.
-¿Qué quiere lograr con su libro? ¿El título parece un claro homenaje a Zamora?
-Dejar constancia de las pequeñas y grandes cosas que sucedieron durante esos 71 días de inesperado encierro escrito en tiempo real, y describir el tropezar de acontecimientos que parecían irreales, porque como reza el dicho “las palabras se las lleva el viento, pero los escritos permanecen”. Lo que empezó como un diario personal, ha terminado convirtiéndose en libro de manera no premeditada. Todos sabemos que la Bien Cercada es la ciudad de Zamora y al pasar este doble confinamiento aquí, son continuas las referencias a lugares, recuerdos y tradiciones locales (la suspensión de la Semana Santa, el bosque de Valorio, los barrios, el Duero...). Es una crónica desde Zamora, pero con la vista puesta en el mundo.
-¿Nos ha cambiado el coronavirus o el ser humano sigue sin aprender nada?
-En plena “desescalada” (palabra que por cierto no existe en nuestro diccionario) pude ver por las redes una imagen que responde a su pregunta: una fotografía tomada en el mismo lugar durante el confinamiento, en la que se pueden ver amapolas y flores y otra en plena desescalada con el suelo lleno de guantes y mascarillas. El respiro que le dimos al planeta duró poco, así como esa sensación de colectividad. Creo que, tras el sueño de fraternidad, llega la bofetada de realidad: un mundo en el que, en lugar de aumentar la visión global, como sería de esperar, lo que lo ha hecho es la potenciar la individualidad y el aislamiento social.
-¿Qué imagen, emoción o recuerdo le ha marcado más en estos meses?
-Mi madre abandonó poco antes de iniciarse la emergencia sanitaria, una residencia en la que se recuperaba de una operación de cadera. Nunca olvidaré la sensación de alivio, cuando ya estaba en su casa, y el paso de los días nos traían las terribles noticias de la situación en las residencias de mayores. Como imagen, creo que se me ha quedado grabada una calle de Santa Clara desierta, por la que desfilaban jeeps con militares. Impactante.
-Los aplausos a los sanitarios, la música en los balcones, la solidaridad...pero la incidencia del virus no baja. ¿Somos irresponsables o directamente estúpidos?
-Las dos cosas. Al principio, cuando más confusión, incertidumbre y miedo se respiraba y como aparece reflejado en el diario, había colas kilométricas de coches que se dirigían, con total tranquilidad a su segunda residencia o a traer el virus a sus pueblos, a sus abuelos, a esa España vaciada que, como comento en el texto, parecieron querer llenar de repente, pero de muertos. Luego están imágenes como en la discoteca en la que el DJ escupe whisky a un público enfervorecido o esas de aficionados futboleros vociferando y saltando juntos sin mascarilla ni ninguna medida de protección para recibir a su equipo porque ha ganado una copa. Eso ya es de estúpidos.
-¿Es el virus una conspiración?
-Desde el punto de vista de los negacionistas, los que niegan la propia existencia del mismo, no. Numerosos estudios de científicos independientes ya han demostrado su origen natural. Que se haya aprovechado la circunstancia para llevar a cabo un experimento de ingeniería social sin precedentes es otro cantar. Que en ocasiones no han contado toda la verdad, o han cambiado la opinión oficial dependiendo de la coyuntura (como con las famosas mascarillas y la recomendación inicial de no usarlas, porque no había) sí.
-¿Hemos estado los españoles a la misma altura que nuestros políticos en la gestión de la pandemia?
-Desgraciadamente en muchas ocasiones, sí. Pero para mal. Los políticos no han sido capaces, ni ante una emergencia de estas dimensiones, apartar sus diferencias para mirar por el bien común y han continuado con sus batallitas, alejados de los problemas reales, de los muertos, de los contagios y de los sanitarios. En su mundo. Y los ciudadanos, algunos, como apunto en el texto, en cuanto se les permitió salir a la calle vimos como no respetaban la distancia social, permitían a sus niños jugar con otros y en los parques, se juntaban en grupos a compartir bebida en los paseos marítimos...y por la noche, acusaban en Facebook al Ejecutivo de “asesino” y de no tomar medidas para frenar el avance del virus.
-¿Qué lecciones debemos sacar de este año y pico?
-Yo no soy quién para decirlo. Cada uno, espero que haya sacado las suyas personales. Pero creo que, sin duda, una que deberíamos compartir, es dar valor a las pequeñas cosas de la vida, a esas que el día a día provoca que no le otorguemos la importancia que realmente tienen.
-¿Cómo saldremos de esta situación con colas del hambre, mortalidad, efectos secundarios...¿Es usted optimista?
-No soy pesimista. Soy realista (aunque no monárquico). Nos falta por ver el impacto real, social, humano y económico que va a dejar esta crisis sanitaria sin precedentes y todos sabemos quiénes son siempre las principales víctimas de las crisis: los más desfavorecidos por el sistema, las clases menos pudientes que son las que siempre terminan pagando. Se ha enfocado, posiblemente por culpa de los mass media el problema en lo que denominan “clase media” y el calado es mucho más importante y de mucho más impacto. Y no parece que haya ideas creativas para afrontarlo, los empresarios por ejemplo ya dieron su receta: despidos más fáciles, menos vacaciones y ayudas económicas a las empresas. Como decía el humorista y guionista Quique Peinado en Twitter. “Y un látigo, que la crisis es muy grande”. Apunto en el epílogo, que finalmente sospecho que la razón de ese acaparamiento masivo de papel higiénico al inicio del confinamiento, es porque se avecina una mierda muy grande.
-¿Se va a vacunar?
-Faltaba la penúltima polémica y esta ha llegado con las vacunas: dosis que no llegan, efectos secundarios, las distintas marcas, esta sí, esta es la “mala”...pero cuando me llegue el momento sí. Y espero poder hacerlo en Zamora, porque tengo que vender muchos libros para poder hacerlo en Emiratos Árabes como las infantas de España. Además, no tengo allí contactos.
-¿Está publicando su libro por fragmentos en las redes sociales? ¿Cómo acceder a la publicación?
-Si estoy publicando a diario, fragmentos de cada jornada de esos 71 días en Facebook, Twitter e Instagram. Los enlaces son:
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